Discapacidad en Córdoba
13/07/2022 | 07:18 | Cómo cambió la mirada social a lo largo de los años y cuáles son los desafíos en el presente y el futuro. La red integral en la Provincia y las acciones de capacitación hacia una Córdoba inclusiva.
Redacción Cadena 3
La discapacidad se puede definir hoy, en los ámbitos de la salud, como la condición de una persona que presenta deficiencias en su estructura corporal o en sus funciones.
Esto produce limitaciones evidentes en sus actividades y restricción en su participación social, por lo tanto, el entorno hace muchísimo para que estas personas o esos déficits sean más o menos funcionales.
¿Dónde está la discapacidad? ¿Solamente en la persona con un déficit orgánico y funcional o solamente el déficit orgánico produce restricciones en la participación social? ¿El contexto tendrá un papel protagónico en estas restricciones?
Cuando se observa el contexto social, se ven miles de obstáculos, impedimentos, barreras y resistencia para la participación de una persona con discapacidad.
Hay barreras orgánicas, físicas y una enorme que es cultural. Para entender esta última, que invisibiliza, maltrata y destrata, o no otorga los derechos que una persona con discapacidad necesita para desempeñarse, para crecer, para estar incluida, para estar integrada, para interactuar.
Esta cultura existe desde hace muchos años, lo que nos permite ver la discapacidad en el tiempo, obteniendo una mirada de la exclusión, en donde “los perfectos” nos han expulsado: cuando los Espartanos, que era un pueblo guerrero, tiraban por el monte a aquellos que nacían con un defecto, porque no servían para la guerra, porque no podían defender, eran defectuosos, “era normal y natural”.
Otras Visiones
A lo largo del tiempo, podemos observar otras visiones de la exclusión: “Ellos no son como nosotros”, el estigma vergonzoso de la discapacidad, como “desgracias que cayeron sobre familias” o como “el enojo de Dios”, y no menos presente, la de utilizarlo como un insulto.
Cuando a diario escuchamos a alguien decir “idiota”, se está hablando de la idiocia, que es una fase del retraso mental; cuando escuchamos decir “imbécil”, estamos aludiendo a una profundidad del retraso mental; cuando hablamos de “tarado”, se alude a las taras hereditarias; cuando escuchábamos decir “mogólico”, y digo escuchábamos porque hoy tiene “peor prensa” ese tipo de insultos, hace referencia a personas con Síndrome de Down; inclusive la palabra o insulto “tonto”, que hace referencia a aquel que esta retrasado mental, que no comprende.
Lo que agrava todo esto es que los insultos son agregados como calificativos para definir a una persona o su accionar, sumándole el desprecio y la burla.
Por lo tanto, en este imaginario, tener que ver con la discapacidad es estar menospreciado y despreciado.
Como sociedad no advertimos la gravedad del mal uso de los epítetos, pero cuando nuestros hijos o nietos lo dicen, debemos rever la cultura en la que los adultos y los más jóvenes, fuimos y son criados.
Existe también una visión excluyente y muy estigmatizante de la discapacidad, en la que se los trataba como “monstruos” o seres “subhumanos”o “subnormales”, y actualmente son llamados “raros”, “inválidos”, “fenómenos”, o la desafortunada frase “mejor no hubiera nacido”.
Recorriendo esta línea de tiempo, se me viene a la cabeza una obra muy importante: “El Jorobado de Notre Dame”, en la que el personaje se tuvo que esconder toda la vida porque tenía una giba o joroba, siendo totalmente inteligente y talentoso.
Miradas distintas
Luego, tuvimos una época en la que se estableció una mirada más caritativa, en la que el cristianismo levantó y creó lugares de asistencia, incorporó los términos del “amor y la caridad”, rescató muchas vidas, pero no su dignidad, ya que no pudo verlo como sujeto de derecho.
Estas nuevas perspectivas, dieron entrada a los nuevos términos asociados a la “benevolencia”, “misericordia”, “el pobrecito”, “almita”, “necesita amor”, “cieguito”, “sordito”, siempre en diminutivo, como que nunca crecen, “son tan tiernos”, “parecen ángeles”, “carecen de maldad”, tampoco se los consideran personas en su integralidad.
Para dar una mirada más científica, en términos médicos, existe la dicotomía entre el que es “normal” y lo “anormal”. Hay que dejar bien en claro que la diferencia entre el que “ve” y el que no, es que simplemente no puede ver, no es “anormal”.
Como ejemplo en la historia, El Nazismo tuvo una política de limpieza y de ensayos y experimentos con personas con discapacidad en búsqueda de una pretendida perfección.
El modelo médico tomaba a la persona como el eterno paciente, una parte los midió por su déficit, por lo que les faltaba, por su disfunción, su síndrome, su diagnóstico y fue sustituida su voluntad por un adulto o persona que se hacía cargo.
Esta forma de pensar trajo de la mano en educación, los términos “necesidades especiales”, “maestros/as especiales”, “educación especial”, etcétera.
Lo especial invadió nuestra cultura, con actividades deportivas “especiales”, el auge del término perimido de “persona diferente” o “con capacidades diferentes”, su arte era “especial”, su pareja también lo era. Todo esto sonaba un poco más científico, pero siempre en torno a la exclusión.
Redefinir la discapacidad
En el 2008, las Naciones Unidas llevan a cabo la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, donde se vuelve al comienzo para definir que “la discapacidad es una condición de la persona”, que presenta deficiencias en su estructura corporal o en sus funciones.
Es muy importante determinar los tiempos en lo que esto sucedió, porque realmente, después de las últimas guerras, cuando las personas con discapacidad volvieron de las mismas –amputados, ciegos, sordos, con trastornos mentales, adictos– comenzaron a reclamar por la década de 1980 sus derechos y su reinserción social.
Es importante destacar a Estados Unidos, como país vanguardista en las movilizaciones por la lucha de los derechos de las personas con discapacidad, lograron imponer la famosa frase “Nada sobre nosotros sin nosotros”, somos personas que luchamos por nuestros derechos y queremos pertenecer a esta sociedad como estamos, como somos, con las limitaciones que tengamos.
Las personas con discapacidad tienen dignidad, inherente como sujetos de derechos.
Nadie tiene que representarlos salvo que se encuentre fuertemente impedido. La persona es sustantiva y la discapacidad es adjetiva.
Muchas veces nos planteamos en cómo tiene que ser el lenguaje que utilizamos para referirnos, y para esto no hay nada más específico que ser respetuosos, cordiales, naturales, sencillos, dignos. Desde la Provincia de Córdoba, trabajamos en el armado de una estructura que legitime los derechos de las personas con discapacidad.
Nuevo símbolo de la discapacidad
Podemos ir despidiendo, con alegría, el viejo símbolo de la silla de ruedas, que primero fue inmóvil, luego en movimiento, y poner en valor al nuevo, que tiene una estructura más integrada.
En Córdoba, existe la Subsecretaría de Discapacidad, Rehabilitación e Inclusión, que se creó en el 2008, posee una red de 12 Centros de Rehabilitación, única en el país, distribuidos 3 en la Capital y el resto en el interior.
La estructura provincial cuenta también con 23 Juntas de Certificación, que otorgan los certificados de discapacidad; también la Dirección de Discapacidad, la de Accesibilidad, de Genética Médica que es única en el país, la de Pensiones, la Comisión Provincial de Discapacidad, integrada por organizaciones no gubernamentales.
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Se está trabajando en la reglamentación de la Ley denominada “Córdoba Inclusiva”, votada por unanimidad en la Legislatura Provincial, la que fue impulsada por Natalia De La Sota.
Se trabaja en todo el territorio provincial con diferentes áreas que vinculan las actividades deportivas y sociales, contando con programas de circuitos vivenciales “ponerse en lugar del otro”, sentándose alguien en una silla de ruedas o taparse los ojos por un rato.
Durante la pandemia se continuó trabajando, con atención mixta, emitiéndose más de 20.000 certificados; teniendo actualmente alrededor de 100.000 certificados en la Provincia. De ellos el 55% son de la Ciudad de Córdoba y el restante 45% en el interior.
Entre los certificados se emitieron 35% motores, 35% mentales, 13.5% intelectuales, 6.2% auditivos, 4.7% viscerales y 4.5% visuales. Las personas que acuden a nuestros centros, el 80% carece de cobertura de salud, es decir que están en situación de extrema vulnerabilidad. Anteriormente, estas personas no podían rehabilitarse, quedaban sin posibilidades de integrarse correctamente.
Una estrategia muy importante que recomienda la OPS (Organización Panamericana de la Salud), es la Rehabilitación Basada en la Comunidad. El objetivo general de la RBC es capacitar a todos los agentes en estas estrategias para lograr un acompañamiento integral a las personas con discapacidad y a sus familias. Se aborda a todo el núcleo familiar y se los integra a los programas provinciales.
Capacitación y docencia
Se actualiza en nuevos tratamientos para rehabilitación.
La Ley N 10.728 que se llama “Córdoba Inclusiva”, y trata la formación, capacitación continua en el trato adecuado a personas con discapacidad y aborda los conceptos básicos de accesibilidad universal.
Esta Ley obliga a toda persona que trabaje para el Estado, a tener nociones sobre los derechos de las personas con discapacidad, accesibilidad y trato adecuado.
El trabajo que hacemos pretende hacernos convivir como una sociedad accesible, más amigable para todas las personas que temporal o transitoriamente se encuentren con alguna discapacidad; contemplando, por ejemplo: señales de tránsito, sendas peatonales, veredas, cartelería, comunicación y propaganda; y fomentando el lenguaje de señas, sistema Braille en el transporte público, sin dejar de pensar en su inserción laboral e integral.
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Junto a la Municipalidad de Córdoba
Trabajamos mancomunadamente con la Municipalidad de Córdoba que también promueve la participación de las ONGs, y ha sancionado el 2% del impuesto inmobiliario que será destinado a las ONGs para mejorar las condiciones de vida de las personas con discapacidad.
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