Tragedia en Miami
12/07/2021 | 08:31 | Por Cynthia Zak.
Cynthia Zak
En el mismo instante en que se derrumbó el edificio Champlain Towers Southen, en Miami, se puso en marcha un operativo incesante de ayuda a los familiares de las víctimas y de apoyo a todos los rescatistas que trabajan entre los escombros.
Voluntarios dispuestos a ayudar en todo lo que haga falta, donaciones de comida, ropa, dinero, apoyo emocional y físico marcan la cara humana del drama, la solidaridad que fluye sin pedir nada a cambio, la presencia de la comunidad que se une en la ayuda al prójimo.
Este fin de semana estuve en la primera línea de trabajo como voluntaria y quiero compartirles esta crónica de primera mano, no solo para retratarles mi experiencia, sino con la intención de inspirarlos a que siempre que puedan extiendan sus manos para servir a los demás.
El número de muertos por el incidente ocurrido el 24 de junio se elevó a 90, tras el hallazgo de cuatro cuerpos más registrado este domingo. Aún hay 31 personas que son debajo de los escombros.
Paso a paso
Lo primero que tuve que hacer es registrarme en un sitio online que da todas las opciones de días y horas disponibles y que indica cuántos espacios quedan abiertos para que la cantidad de voluntarios sea pareja y no sobre o falte gente.
Una vez inscripta me pasaron a otra sección en donde tuve que adjuntar una foto de mi identificación y confirmar si quería o no ser parte de un grupo de WhatsApp que tienen dispuesto para comunicar más rápidamente cuestiones de último momento (si falta gente en puestos claves como la cocina o para ciertos horarios).
A partir de ahí recibí una confirmación de mi horario y el pedido de avisar si por alguna razón no iba a poder ir o de cualquier cambio de fechas.
El puesto de trabajo de los voluntarios está instalado en el centro comunitario de Surfside (la ciudad en donde fue el derrumbe), un espacio que normalmente se usa como club de los residentes, que ahora está completamente dedicado a sostener una operación que funciona 24 horas sin parar para atender a las familias de las víctimas y a los trabajadores, bomberos, policías, rescatistas, ingenieros, especialistas que están directamente en el lugar del derrumbe.
Chaleco naranja
El umbral que divide la calle de este centro de operaciones marca la entrada a un universo diferente en donde cientos de personas trabajan en completo orden, en absoluto respeto, con total conciencia de que cada uno de nosotros somos piezas fundamentales en la ayuda que necesitan quienes trabajan ahí.
La prohibición de videos y fotos es absoluta dentro del predio y las secciones están claramente definidas: una parte con heladeras y coolers con bebidas, la zona de lavado de platos y ollas y la parte de la cocina en donde estuve trabajando varias horas seguidas.
En las zonas interiores hay espacio para los voluntarios que tienen perros de apoyo emocional que están disponibles todo el tiempo para acompañar a las familias, psicólogos y especialistas en duelo, oficina de la licencia de conducir, pasaporte y partidas de nacimiento para que la gente que sobrevivió y perdió todo pueda recuperar sus documentos de forma inmediata.
Afuera el movimiento es constante y el objetivo es sostener y ayudar cualquier necesidad física o emocional de los afectados y sobre todo que los rescatistas tengan todo lo que les hace falta para hacer su trabajo.
La cocina
La producción de comida es masiva y permanente, hay que alimentar ininterrumpidamente a más de 350 personas que trabajan en turnos en diferentes zonas del derrumbe sumados a otros cientos que rotan con otras tareas.
Para lograr esto la organización tiene que ser dirigida milimétricamente en todas las instancias: desde la mercadería que se requiere cada día para desayuno, almuerzo, cena y meriendas, cuándo llega, cómo llega, quien la recibe y la distribuye hasta los puestos de personas voluntarias que todo el tiempo cortan, pelan, mezclan, organizan los menús, mantienen las cosas limpias y listas para el siguiente turno.
Los alimentos son de primera calidad, variados, con todos los ingredientes, comidas verdaderas que se preparan en plena conciencia de que quienes lo van a comer necesitan lo mejor para seguir trabajando y en el caso de las familias sientan la dedicación y el amor puesto en cada plato como si fuera comida casera.
Al comienzo estuve recibiendo los pedidos de los menús que tienen que ser entregados con una cinta sellada y sus cubiertos y luego pase a la parte de la cocina.
A cierta hora durante el día la mayoría de los trabajadores del derrumbe se reúnen a comer juntos y en la cocina nos avisan que tenemos 30 minutos para entregar 250 platos completos, con alimentos calientes, proteínas, vegetales, carbohidratos.
El voluntariado es emocionante y movilizador por cientos de motivos, en la línea de trabajo de la cocina somos todos extraños que nunca antes nos habíamos visto y al mismo tiempo nos une un sentimiento inexplicable de hermandad porque nos convoca un destino de servicio que elegimos compartir.
En un momento de la preparación de los 300 platos alguien recordó en voz alta el valor de nuestro aporte a los rescatistas y en este llamado de conciencia resonó en mí el mensaje de que ninguna colaboración con las causas humanas es menor y que siempre podemos hacer algo por los demás.
En mi caso fue lavar ollas, limpiar el piso, preparar cientos de comidas en una línea de producción que era lo que se requería en el momento.
¿Te apuntas conmigo a la solidaridad y al voluntariado en lo que tengas a tu alcance?
Estoy lista para voluntariar tantas veces como sea necesario porque el gran antídoto contra la ansiedad está al alcance de nuestras manos: donemos tiempo y energía mientras podamos porque siempre hay alguien que necesita nuestra ayuda y al final nos ayudamos a nosotros mismos.
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