Intercambio de prisioneros
02/08/2024 | 09:32
Redacción Cadena 3
Marcos Calligaris
Przemysl, Polonia, febrero de 2022. Llegué a esta ciudad como enviado especial de Cadena 3, justo al inicio de la invasión rusa a Ucrania, un hecho trágico que comenzaba a trastocar la vida de cientos de miles de personas. La frontera de Ucrania con Polonia era un punto caliente de refugiados, soldados y periodistas. Entre nosotros, estaba Pablo González, un reportero español que trabajaba como freelance para los medios españoles Público y La Sexta.
La noche del 27 al 28 de febrero de 2022, una desconcertante noticia recorrió los pasillos del humilde hotel donde nos hospedábamos. Pablo González había sido detenido por la Agencia de Seguridad Interior polaca (ABW), acusado de espiar para Rusia. La acusación era grave: la ABW lo señalaba como responsable de haber realizado operaciones en beneficio de Rusia, beneficiándose de su condición de periodista para infiltrarse durante aquella crisis de refugiados que siguió al estallido de la invasión.
Rápidamente, los portales de Polonia, España y Rusia se hicieron eco de la noticia. Fue entonces que supimos que Pablo también utilizaba el nombre Pavel Alekseevich Rubtsov, tenía doble nacionalidad, española y rusa. Había nacido en Moscú en 1982, y se trasladó al País Vasco cuando tenía nueve años. En el momento de su detención, llevaba encima dos pasaportes, uno para cada nombre, lo que las autoridades polacas interpretaron como prueba de su doble vida como espía. González fue recluido en una celda sin ventanas en la prisión de alta seguridad de Radom, a unos 70 kilómetros de Varsovia.
Pasaron desde entonces 2 años y 5 meses de guerra, y Pablo González los vivió en prisión en condiciones extremas: 23 horas al día en aislamiento, con solo una hora de recreo en un pequeño patio, prácticamente incomunicado. Mientras tanto, organizaciones como Reporteros sin Fronteras y Amnistía Internacional denunciaban las violaciones a sus derechos y pedían su liberación. Incluso el ministro de Exteriores español, José Manuel Albares, aseguró en varias ocasiones que se ocupaba directamente del caso y que solicitó a su homólogo polaco la presentación de pruebas, además de la fijación de una fecha para un juicio oral lo antes posible.
No obstante, las sospechas polacas de que no se trataba de un simple periodista seguían latentes. Durante su tiempo en prisión, los agentes del país eslavo encontraron cartas del líder opositor ruso Boris Nemtsov (asesinado en 2015) en los dispositivos electrónicos de González, entendiendo que las había copiado de la computadora de la hija de Nemtsov, Zhanna Nemtsova, con quien mantuvo una relación.
Los informes detallaban supuestamente las actividades de Nemtsova, sus amigos y su fundación, pareciendo informes para los curadores de los servicios de inteligencia rusos. Además, una filtración en 2023 reveló que González había viajado junto al oficial de inteligencia ruso Sergei Turbin en 2017, reforzando las sospechas sobre su implicación con el Departamento Central de Inteligencia ruso (GRU).
Pero el capítulo más inesperado del caso se viviría este jueves 1 de agosto. Pablo González se encontraba entre los prisioneros que fueron liberados como parte de un histórico intercambio entre Estados Unidos, sus aliados europeos y Rusia. El canje también incluyó a Evan Gershkovich, un corresponsal de The Wall Street Journal detenido en Moscú, y los dos "topos" rusos que afirmaron ser María Rosa Mayer Muños y Ludwig Gisch para obtener la ciudadanía y el pasaporte argentinos, y luego instalarse en Eslovenia.
Al llegar a Moscú, Pablo González fue recibido con honores por nada menos que Vladímir Putin, lo que para muchos da por cerrado el caso. El presidente ruso, rodeado de una escolta de alto nivel, estrechó la mano de González, le dio la bienvenida y acto seguido les agradeció a todos los prisioneros recuperados "por su lealtad al juramento y su deber con la patria que ni un minuto se olvidó de ustedes".
La familia de Pablo (o Pavel Rubtsov) emitió un comunicado destacando las razones humanitarias del canje y criticó a aquellos que lo criminalizaron en lugar de defender sus derechos como periodista. "Las razones humanitarias han sido primordiales en esta decisión", dijo su defensa. "Cabe destacar que las autoridades rusas han demostrado un interés real en buscar una solución a esta situación, mientras que otros se han centrado principalmente en criminalizar a Pablo González en lugar de defenderlo y proteger sus derechos como periodista", reza el comunicado.
Por su parte, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, celebró el histórico intercambio de prisioneros que se realizó con Rusia, el mayor desde el fin de la Guerra Fría, y que incluyó al exmarine Paul Wheelan, al periodista Evan Gershkovich y otro estadounidense, entre un total de 16 reclusos.
El acuerdo de hoy fue "un poderoso ejemplo de por qué es vital tener amigos en este mundo. El acuerdo que garantizó su libertad fue una proeza de la diplomacia", señaló el mandatario en una rueda de prensa en la Casa Blanca junto con familiares de algunos de los involucrados.
"Algunos de estos hombres y mujeres han estado detenidos injustamente durante años. Todos han soportado un sufrimiento y una incertidumbre inimaginables. Hoy, su agonía ha terminado", concluyó.
El caso de Pablo González no es más que una secuela de la guerra entre Rusia y Ucrania, y de fondo, el enfrentamiento subsidiario entre Washington y Moscú, como en los momentos más álgidos de la Guerra Fría.
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