Estanflación: no fue magia ni fue el FMI

Alberto Fernández tuvo dos argumentos para justificar la firma del acuerdo con el FMI. Primero, que no firmar nada era a ir al precipicio del default. Segundo, que el acuerdo era conveniente porque no implicaba ningún ajuste y, de esa forma, no iba a frustrar el crecimiento de la economía.

Todo eso es probable que no se cumpla. La Argentina igual parece estar al borde del precipicio y las perspectivas de crecimiento ya están naufragando entre la falta de gasoil y gas, el consumo destruido por la inflación que se come los salarios, la falta de dólares para importar insumos necesarios para producir y el irracional castigo con impuestos y cupos a los exportadores para mantener subsidios internos. Sumale la crisis política del propio gobierno partido en dos.

Ahora, todo esto no es culpa de Rusia ni del Fondo. Todas, todas las señales estaban ahí mucho antes de la invasión de Ucrania. Y el acuerdo del FMI recién rige desde hace cuatro días. Por supuesto que la guerra en Europa disparó el precio de la energía. Pero los subsidios cada vez más irracionales le fueron impuestos por Cristina Fernández a Alberto Fernández a principios de 2020. En enero ya faltaba gas para las usinas eléctricas. Y las estaciones de servicio blancas tienen problemas para conseguir gasoil desde fines del año pasado. La estampida inflacionaria de estos días llega después de la megaemisión del "plan platita" para ganar las elecciones. Enero fue el peor mes en 18 años en ventas de autos. Y febrero fue peor que febrero del año pasado. Y es porque está frenada la importación de los autos más baratos. El agro y el transporte hace rato que no consiguen gomas. Y la construcción, que había resucitado con fuerza en 2020 hoy está sin precio o sin abastecimiento en muchísimos insumos.

Bienvenidos a la estanflación: es probable que hayamos entrado al peor de los mundos, donde los precios se disparan y la recesión nos hunde. Y no es culpa del Fondo. Tampoco fue magia: es adonde llevan la cristinomics, el libreto económico de Cristina que Alberto Fernández obedeció con temor hasta febrero y cuyas consecuencias estamos comenzando a ver en todo su despliegue.