Opinión

Inseguridad: no nos hagan creer que esto es normal

28/02/2025 | 14:29

  

Redacción Cadena 3

Rodolfo Barili

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Inseguridad: no nos hagan creer que esto es normal

Las palabras parecen dispararse con una velocidad y un contexto que solo se podrían asociar a una red social, pero estamos hablando de personas con una responsabilidad institucional en Argentina. 

Esta ligereza en el uso del lenguaje, tanto de un lado como del otro, resulta desconcertante ante un problema tan serio como la inseguridad. Los encuestadores volvieron a señalar que la inseguridad se encuentra nuevamente en la cima de las preocupaciones de la ciudadanía, aunque nunca dejó de estarlo. 

A veces, la economía se convierte en un tema tan abrumador que parece que lo más preocupante es simplemente poder comer, pero la inseguridad siempre está presente, como una sombra constante que nos acecha desde hace más de dos décadas.

La llegada de más drogas y el descontrol asociado hicieron que la inseguridad se infiltre en barrios y pueblos donde antes no había problemas. El miedo se volvió parte de nuestra vida cotidiana. Más allá de nuestras preferencias políticas o de los cambios que deseamos ver, todos anhelamos vivir en paz. No es un deseo utópico, es una necesidad básica. 

Hoy, al despedir a un ser querido, uno se siente obligado a dar recomendaciones de seguridad, a advertir sobre los peligros que acechan en cada esquina. Esta no es la forma en que deberíamos vivir. Todos recordamos con nostalgia cuando éramos niños y jugábamos en la vereda, cuando podíamos ir al colegio en bicicleta sin temor a ser asaltados o agredidos. Esa libertad se perdió.

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No debemos permitir que nos hagan creer que esto es normal. La realidad es que la situación es insostenible. Si quienes tienen el poder no pueden ofrecer soluciones efectivas, quizás deban dar un paso al costado. Esta es una opinión que puedo expresar yo, y también lo pueden hacer otros ciudadanos que sienten el mismo desasosiego. 

La inseguridad es un tema caliente en el conurbano bonaerense, donde los recientes hechos de violencia dejaron a la población sin respuestas. Las cifras de inseguridad en Rosario, por ejemplo, comienzan a mostrar una ligera disminución, pero en otras áreas, la situación se agrava y se asemeja a lo que ocurre en esa ciudad.

La vida en estas zonas se siente atrapada, carente de oportunidades. Los habitantes se ven obligados a lidiar con situaciones extremas, como las tomas de terrenos que se celebraron durante la pandemia. Estas acciones, que por entonces se ignoraron o incluso se promovieron desde el Gobierno nacional y bonaerense, tienen consecuencias. 

Cuando el Estado se ausenta y no se urbaniza, el trabajador termina siendo víctima de un sistema que no ofrece alternativas. Rosario no es un caso aislado; es un reflejo de lo que sucede en el conurbano bonaerense. La relación entre el control de las drogas y la actuación policial es crítica. La Policía enfrenta la situación con una falta de compromiso que se traduce en una sensación de abandono.

Fuimos testigos, con sorpresa, del fenómeno de los delivery que entran a los barrios en busca de sus motos robadas. Esto ocurre porque la Policía no responde. Estos jóvenes arriesgan su vida en un intento desesperado por recuperar lo que les pertenece. Es un reflejo de un estado de cosas donde el Estado ya no está presente.

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Hay lugares a los que la Policía no puede acceder y los trabajadores se ven obligados a actuar por su cuenta. Este es un peligroso sálvese quien pueda que se instauró en la sociedad.

A medida que los hechos de violencia aumentan, la indiferencia parece crecer. La gente ya no se sorprende, y la cobertura mediática de estos eventos se convierte en algo cotidiano. 

Sin embargo, ¿Dónde estaban quienes tienen la responsabilidad de garantizar nuestra seguridad? La sensación de miedo se hizo común y los barrios complejos, donde la marginalidad reina, se convierten en espacios donde la vida se vuelve insostenible.

Los dos criminales que participaron en el crimen de Kim Gómez en La Plata serán cuidados por el Estado en un lugar donde no hay vigilancia. Es predecible que en poco tiempo estos individuos queden en libertad.

La falta de rigor en los lugares de contención significa que no hay seguridad. En lugar de ofrecer un verdadero proceso de rehabilitación, se confía en que psicólogos y sociólogos resolverán problemas que requieren un enfoque más riguroso.

Estamos rotos. Esta situación no es nueva, pero parece que se llegó a un punto crítico donde la sociedad ya no puede aceptar más indiferencia. La inseguridad dejó de ser un tema que se discute en privado; se ha convertido en una preocupación colectiva que nos afecta a todos. 

La inseguridad no es un problema que se resolverá de la noche a la mañana, pero quienes están en el poder deben hacerse cargo. La gente no puede seguir viviendo con miedo. La paz y la tranquilidad son derechos que no deberían ser negociables. 

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