Otra mirada
25/12/2020 | 09:28 |
Adrián Simioni
Audios
Nuestro increíble brindis por el día después
Ayer, desde el atardecer, mientras arreciaban los mensajitos y los saludos, pensaba en que algo extraordinario estaba sucediendo. Muchísimos mensajes, casi todos, hacían referencia, implícita o explícitamente, a la pandemia, al coronavirus. Todos los años se brinda por la salud, pero me parece que en los brindis de anoche todos estuvimos pensando en eso. Y cuando digo todos me refiero a todos. Al mundo.
Y pensaba que debe hacer muchísimos años que no estamos en una situación así. Una porción tan grande de la humanidad, la cultura cristiana, deseando una sola cosa.
Tal vez lo más cercano haya sucedido en alguna Navidad de la primera mitad de los 80, cuando el miedo a una guerra nuclear entre Occidente y el campo soviético llegó a su cúspide. O tal vez en aquellas navidades de 1943 o 1945 el mundo entero brindaba por el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Pero aún así, aquello no era completamente global. En la guerra fría las sociedades del hemisferio sur no éramos tan concientes del riesgo cierto de una hecatombe nuclear. Vimos “El día después” por la tele, ¿se acuerdan?, pero como algo que era un peligro para los granjeros de Oklahoma apuntados por misiles rusos. No para nosotros. Y en la Segunda Guerra algunos países, como el nuestro, estaban fuera de la contienda. Y los que estaban involucrados en esos confictos, además, lo estaban en bandos enfrentados.
Hoy no es así. En esta serie que hemos protagonizado este año hemos actuado todos. Y si hay una guerra, es de todos los humanos contra un virus.
Un virus que no sólo ha matado, al día de ayer, 1 millón 751 mil personas. Es un virus que además le cambió los planes a la misma muerte, porque miles de seres humanos, que tal vez de todos modos iban a morir este año, no lo hicieron por las enfermedades tradicionales sino por este espanto nuevo que trajo el 2020. El detalle no es menor: las víctimas tuvieron que fallecer en soledad, aisladas, sin que nadie pudiera tomar sus manos o expresarle, una última vez, cuánto la quisieron.
Eso fue el brindis de anoche. Seguro que también brindamos por los motivos de siempre. Albarenque seguro pidió que ascienda Belgrano. La Agus habrá pensado en sus chiquitos, cómo no. Habremos pedido que un hermano consiga trabajo, que aquella chica que te quita el aire te diga que sí, cómo no.
Pero lo inédito fue ese brindis para que el día después no sea aquel invierno nuclear que pronosticaba como si fuera un documental aquella serie de los 80, sino un mundo liberado del Covid19. Ese pedido masivo que hemos hecho para volver a respirar sin precauciones, para recuperar la libertad, el optimismo, las ganas de hacer, la sensación de que podemos comernos el mundo.
Anotalo: anoche fuiste parte de algo muy grande que tal vez se vaya a repetir en el futuro con menos frecuencia que los eclipses: fuiste uno, entre millones de humanos, que desearon poder volver a estar juntos y abrazarnos sin barreras.
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