El mundo que viene
23/06/2021 | 08:43 | Diversos especialistas se atreven a pronosticar fechas cercanas para el fin de la pandemia, mientras avanza la vacunación. Entonces, habrá llegado el momento de reconfigurarse.
Marcos Calligaris
El ingreso de personas al Orfeo Superdomo es incesante. Unos y otros llegan a ese recinto reconvertido en vacunatorio para recibir su vacuna contra el covid-19 y apenas se oye hablar, pero entre selfis y sonrisas contenidas se puede intuir un aire de optimismo.
Las noticias que llegan principalmente de Europa y EE.UU., con ciudades libres de barbijos y estadios llenos, se suman al desembarco finalmente sostenido de vacunas en nuestro país, e inducen a pensar que el fin de la pandemia está cerca. Y así lo proyecta la comunidad científica.
No se trata de cantar victoria antes de tiempo, de hecho las nuevas variantes del virus causan cierta desazón, pero por primera vez desde diciembre de 2019, cuando observábamos impotentes los estragos que provocaba el virus en China, luego en el hemisferio norte y finalmente en carne propia, intuimos que el final se avecina.
Una sensación similar deben haber experimentado los europeos el 6 de junio de 1944, cuando se produjo el desembarco de Normandía, preludio del fin de la Segunda Guerra Mundial, o el 11 de noviembre de 1918, cuando cerca de la ciudad francesa de Compiègne se firmó el armisticio que pondría fin a la Primera Guerra Mundial.
A quienes sobrevivieron para leer estas líneas les tocó experimentar sin dudas la gran tragedia de nuestro tiempo. No se trata de una conflagración ecuménica, pero los casi 4 millones de víctimas mortales que dejó hasta el momento el coronavirus ubican a la pandemia en el amargo listado de las grandes tragedias humanas.
Y aunque el virus no provocó daños estructurales, las medidas restrictivas adoptadas en todo el mundo para evitar contagios provocaron una crisis económica comparable con las épocas de posguerra. De hecho, según con la Organización Internacional del Trabajo, la pandemia destruyó más de 255 millones de empleos a nivel mundial.
A diferencia de aquellos conflictos bélicos, Argentina tuvo un protagonismo central por la manera en que gestionó la pandemia, y el consecuente corolario.
Las 90.000 víctimas mortales ponen a nuestro país a tiro de las 10 naciones que más bajas sufrieron, y hay motivos fundados para la decepción tras la promesa incumplida del presidente Alberto Férnandez de traer 10 millones de Sputnik V para enero y febrero. Aún se esperan las 51 millones de dosis prometidas por el exministro de Salud, Ginés González García, desplazado posteriormente por consentir vacunaciones de privilegio.
Que quede claro, cada vacuna que arribó ayudó —con alta probabilidad— a salvar una vida, como sostiene habitualmente el Gobierno. Pero esa misma tesis admite que cada vacuna que no llegó engrosó el número de fallecidos.
De una población de más de 45 millones de habitantes, al día de la fecha 14,8 millones de personas (24 %) fueron inoculadas con al menos una dosis —lo que constituye un número respetable a nivel mundial— pero solo 3,7 millones de argentinos (8 %) completaron el esquema de inmunización, cuando transitamos el pico de la segunda ola, lo que hunde a nuestro país en el ránking mundial de vacunas aplicadas.
En economía, el Gobierno nacional fue claro desde el primer día: la prioridad en la lucha contra la pandemia sería la salud. Incontestable determinación política si los guarismos del párrafo precedente se acercaran hoy a la realidad de Israel, o sin ir más lejos, a la del vecino Chile.
Las restricciones dejaron el tendal. La huella de una de las cuarentenas más extensas del mundo, según constató la Universidad de Oxford, puede percibirse al caminar por las calles céntricas de cualquier ciudad del país, donde los locales vacíos conforman una desoladora postal. En Córdoba, por citar un ejemplo, la vacancia en los locales céntricos alcanza el 20 % en comercios a la calle, y trepa al 44 % en galerías.
Solo por tomar algunos de los rubros más golpeados, la gastronomía y el turismo, en Argentina ya quebraron 11.800 hoteles y restaurantes, de acuerdo con un informe de la Federación Empresaria Hotelera Gastronómica (Fehgra).
En educación, los pronósticos para entender la magnitud del daño producido por los cientos de días de clases perdidos, no son para nada halagüeños, se necesitarán años para interpretarlo.
En ese contexto, el próximo 14 de noviembre se plebiscitará la gestión de la pandemia por parte Gobierno, en el marco de la permanente crisis del país. El resultado de las Legislativas podría parecer cantado de acuerdo a lo que adelantan algunas encuestas: una de Poliarquía muestra que más de la mitad de los consultados (52 %) desaprueban las medidas de Alberto Fernández, y de acuerdo con la consultora D'Alessio, el 60 % le asigna al Gobierno nacional un manejo ineficiente en la llegada de vacunas.
No obstante, como sucede hacia el epílogo de todo conflicto o catástrofe humanitaria, más temprano que tarde ingresaremos en la etapa de reconstrucción.
Esto puede verse con claridad en los períodos de posguerra de la Primera y la Segunda Guerra Mundial, que trajeron aparejados grandes cambios que reconfiguraron el mundo tal y como lo conocemos. La Gran Guerra propició el derrumbe de cuatro imperios y provocó una transformación política en la mayoría de los países involucrados, que implementaron el sufragio universal, dando origen a las democracias electorales. Prácticamente el mundo entero siguió estos pasos. Tras la Segunda Guerra Mundial, con un mundo dividido en dos bloques antagonistas, Europa Occidental y Japón se reconstruyeron a través del Plan Marshall hasta convertirse en potencia, y la suerte de cada país del mundo estuvo atada en función de su alineación al bloque occidental o soviético.
Después de la pandemia del coronavirus, el mundo probablemente sufrirá una nueva reconfiguración, con un escenario en el que China y Rusia seguirán ganando espacio.
Pero más allá de lo que suceda en el ámbito internacional, Argentina tiene la necesidad de reconfigurarse, y cuenta con una oportunidad histórica de encarar una reconstrucción superadora. Porque, en definitiva, la pandemia no hizo más que profundizar una crisis permanente que solo se explica con el fracaso de un siglo de gobiernos erráticos.
No puede haber otra justificación que una concatenación de fracasos para explicar que hayamos llegado a 2021 con una pobreza del 43,5 %, cuando en 1895 nuestro país tuvo el PBI per cápita más alto del mundo. Con una pobreza infantil que alcanza el 63 %, como reportó Unicef, es imposible avizorar un futuro, no ya de potencia mundial como a finales del siglo XIX, sino de país viable.
Ni hablar de la falta de certidumbre que produce el problema perenne de inflación —en los últimos doce meses ya acumuló un 48,8 %— , la carencia de seguridad jurídica o la presión tributaria. Así las cosas, difícil disuadir a un joven de que la única salida es Ezeiza.
La reconstrucción poscoronavirus brindará una oportunidad histórica para diseñar la nueva Argentina. Y alguna certeza tenemos: no es por acá, muchachos.
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