Opinión
08/09/2023 | 13:14
Redacción Cadena 3
Adrián Simioni
Finalmente la jueza Ana María Figueroa, la jueza okupa que se resistía a dejar su importantísimo cargo en la Cámara de Casación Penal pese a haber cumplido los 75 años y tener que jubilarse, se fue. La tuvo que echar la Corte Suprema. Cristina no logró que el Senado le diera su acuerdo para seguir allí cinco años más y tener un voto asegurado a su favor cuando sus causas por corrupción lleguen a esa cámara.
Sin embargo, el zafarrancho no termina. El asedio a la Justicia continúa. En primer lugar, Cristina insiste en que el Senado –tal vez el último Senado con mayoría peronista luego de 40 años de tener la mitad más uno para arriba- designe a 75 jueces y camaristas de la Justicia Federal. Hay que colonizar la mayor parte posible de la Justicia antes de dejar el poder. Es una discusión pesada. Hay entidades civiles que dicen que hay propuestas inconstitucionales porque se proponen candidatos que el Consejo de la Magistratura no puso en las ternas de donde deben salir sino de las listas complementarias. Pero hay chances de que Cristina pueda llenar con empleados de ella los puestos clave para su futuro judicial. Porque con 75 cargos en juego hay mucho para negociar con gobernadores y políticos porongas que quieran colocar a sus propios jueces.
Por otro lado, la disputa en la Cámara de Casación no terminó. A la silla de la jueza la ocupará otro kirchnerista rabioso, al menos hasta que haya un reemplazo definitivo. Es Alejandro Slokar, ex funcionario de Néstor Kirchner, fundador de Justicia Legítima, denunciador de jueces independientes y repetidor de consignas cristinistas. No se aten los moños diría la vicepresidenta si no estuviera tan muda como está desde que su candidato salió tercero en las Paso y la inflación sale más primera que nunca.
La tirantez no es sólo con la oposición. Juan Grabois, el piquetero papal que compitió en la interna K y ahora apoya a Sergio Massa, acaba de decir que “no tiene dudas” de que si Massa es presidente va a perseguir a Cristina. “Los jueces que la persiguen son todos amigos de Massa”, dijo. Durmiendo con el enemigo, se llama la obra.
Hay que sumarle esto: en La Libertad Avanza, el partido de Javier Milei, ha circulado un borrador en el que se propone crear un nuevo tribunal, especial, una cámara de derecho público, con el fin de evitar que las medidas que tomaría Milei si fuera presidente quedaran freezadas en un mar de cautelares. Otra cuestión bien caliente.
A todo esto, un recordatorio para los votantes: si en estos cuatro años Cristina Fernández no pudo colonizar por completo la Justicia y garantizarse su impunidad y la de sus asociados, fue sólo gracias a dos motivos. Uno, que en su momento de mayor poder Alberto Fernández se puso a competir con ella en lugar de voltear la Corte como le exigía Cristina (algún día habrá que reconocérselo). El otro, que la oposición de Juntos por el Cambio logró mantenerse unida y ser un dique, un freno, a la embestida antirrepublicana y autoritaria del kirchnerismo furioso contra la Corte Suprema y la posibilidad de una Justicia independiente.
Quienes consideran importantes estos temas deberían tenerlo en cuenta cuando vayan al cuarto oscuro.
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