Un presidente solo y frente al peor momento

Estamos entrando al peor momento de la pandemia con un presidente debilitado por sus propios errores. Hace un año, Alberto Fernández ganaba espacio a fuerza de consenso, se reunía con los gobernadores y acordaba medidas mucho más drásticas que las que acaba de anunciar. El cierre de casi todas las actividades en cada rincón del país.

Con un clima enrarecido por la crisis económica y por el hartazgo social, el Presidente eligió actuar en soledad y operar por cuenta propia sobre la provincia y la ciudad de Buenos Aires. Y, en una jugada secundaria, trata de involucrar al resto del país.

Esta mañana agregó al cierre de la actividad nocturna y de las escuelas porteñas y bonaerenses un ayuda especial para beneficiarios de la AUH. Pregunta: ¿Tiene precio la ignorancia? Fernández ofrece plata a las provincias que se sumen a sus medidas a cambio de abandonar la educación presencial. Eso, en la práctica, implica volver a desenganchar de la educación a los alumnos en situación social más precaria. Pasó el año pasado y está volviendo a pasar de nuevo este año en la Argentina.

Hay un problema de soledad que el Presidente ha elegido con premeditación a la hora de tomar las decisiones. Fernández desnuda de esa manera una señal distintiva de su gestión: la improvisación.

Con un solo discurso, en la noche del miércoles, descalificó a Carla Vizzotti, ministra de Salud, que a la mañana había dicho que no se iban a tomar nuevas medidas. Y dejó en ridículo a Nicolás Trotta, ministro de Educación, que a la tarde había dicho que las clases seguirían siendo presenciales en todo el país. En ese mismo mensaje no se privó de leer un error que estaba escrito al acusar de haberse “relajado” a los equipos de salud, a esta altura del partido los verdaderos héroes de la pandemia. Esta mañana trató de desdecirse de ese error no forzado.

Es la misma improvisación que le impide al país tener la cantidad de vacunas necesarias para afrontar la crisis. Casi todas las apuestas fracasaron: autorizaron a Pfizer para probar en humanos las vacunas y no tenemos una sola vacuna de Pfizer, nadie explicó exactamente por qué no las tenemos. Hicimos un acuerdo con AstraZeneca, le pagamos por adelantado el 60% de los 21 millones de dosis que habían comprometido y han llegado muy poquitas o casi ninguna y por vías indirectas. Podemos seguir con la lista de desatinos. Es muy larga.

El problema es, por fin, la combinación de improvisación y la elección del camino de la imposición en reemplazo de los acuerdos con los responsables de gobernar provincias y la Capital Federal. No para nada casual que los mandatarios de distritos donde la producción privada tiene una relevancia muy superior a la actividad del estado hayan tomado distancia con tiempo de las medidas del Presidente. Córdoba, Mendoza, Santa Fe y CABA integran esa lista, pero hay más sin distinción de alineamientos partidarios sino socio económicos.

Cuesta bastante poco entender que comienza a haber argentinas distintas y diferentes según sea la circunstancia y la situación, frente a un hombre que decide solo y sin mirar exactamente lo que hace ni cómo lo hace.