Acuerdo Trump-Putin
19/03/2025 | 09:04
Redacción Cadena 3
Marcos Calligaris
El alto el fuego de 30 días sobre infraestructuras energéticas acordado entre Donald Trump y Vladímir Putin para la Guerra en Ucrania parecía, en teoría, un primer paso hacia la desescalada del conflicto.
Pero menos de 24 horas después, el cese de hostilidades ya está en duda. Mientras que desde Occidente se sospecha que Rusia usa la tregua como una maniobra para reforzar sus posiciones, Moscú acusó a Kiev de haber violado el acuerdo con un ataque con drones sobre la región de Krasnodar.
Trump, por su parte, no oculta su ansiedad por exhibir un logro inmediato en el conflicto, convencido de que su sola presencia en la Casa Blanca debería bastar para torcer el rumbo de la guerra. Sin embargo, al excluir a Ucrania y a Europa de las negociaciones, su ansiada solución exprés parece destinada a diluirse en los mismos laberintos diplomáticos que ha desdeñado.
La respuesta de los medios de cada bando es ilustrativa de la brecha narrativa que sigue dominando la guerra. Para el Ministerio de Defensa ruso, el bombardeo ucraniano de la madrugada del miércoles sobre la estación de transbordo de petróleo en Kavkázskaya es "otra provocación especialmente preparada por el régimen de Kiev para frustrar las iniciativas de paz del presidente de EE.UU.".
La acusación es contundente: según Rusia, mientras Putin cumplía su compromiso de detener los ataques a la infraestructura energética de Ucrania, el gobierno de Volodímir Zelenski aprovechó la tregua para golpear instalaciones clave en territorio ruso.
Desde el otro lado del tablero, analistas occidentales miran el acuerdo con escepticismo. El 'think tank' Atlantic Council, por ejemplo, advirtió que este alto el fuego "podría ser una táctica dilatoria por parte de Rusia para reforzar sus posiciones" antes de reanudar las hostilidades en mejores condiciones.
En la misma línea, el Instituto de Estudios de Guerra de EE.UU. sostuvo que las condiciones que Putin impuso para ampliar la tregua –como el cese de la movilización ucraniana y el fin de la ayuda militar extranjera– "benefician desproporcionadamente a Rusia" y dejan a Ucrania en una situación vulnerable.
Bruselas, por su parte, dejó clara su postura. La alta representante de Política Exterior de la UE, Kaja Kallas, fue tajante al afirmar que Rusia no negocia de buena fe, argumentando que incluso tras la llamada entre Putin y Trump, los ataques rusos no han cesado completamente y han golpeado hospitales e infraestructuras críticas en Ucrania. Además, Kallas subrayó: "Si leés los dos informes de la llamada, está claro que Rusia no quiere realmente hacer ningún tipo de concesiones", cita sus palabras el Huffington Post.
¿Qué sigue ahora?
A juzgar por las primeras reacciones, todo parece indicar que el éxito de la tregua es altamente improbable. Rusia podría aprovechar la pausa para rearmarse y lanzar una ofensiva con mayor intensidad, mientras que Ucrania podría considerar la medida como una estratagema y responder en consecuencia.
En cualquier escenario, el conflicto parece lejos de una resolución concreta, menos aún si en la mesa de negociaciones no están sentados Ucrania y el resto de los países europeos.
Trump, que apostó a esta negociación como una muestra de su poder de mediación, ahora enfrenta una encrucijada. Si presiona demasiado a Zelenski para que acepte condiciones desventajosas, corre el riesgo de parecer condescendiente con Moscú. Y si refuerza el apoyo militar a Ucrania, puede alimentar la narrativa rusa de que Occidente no quiere la paz.
En conclusión, la tregua de 30 días es, en el mejor de los casos, un acuerdo inviable en la práctica y, en el peor, una táctica de Rusia para fortalecer su posición. Lo único seguro es que nadie en Kiev o Moscú parece creer realmente en este alto el fuego. Y con razón.
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