Protestas en EE.UU.
04/06/2020 | 17:11 |
Cynthia Zak
Sin lugar a dudas, lo que sucede en Estados Unidos impacta al mundo y abre la puerta a una reflexión muy profunda sobre el racismo, la discriminación, violencia policial, diferencias y prejuicios de toda clase, tamaño y color.
El planeta entero mira asombrado cómo un país se moviliza para reclamar, pedir, exigir, hacerse escuchar en un clamor de justicia y equidad que se replica en el mundo entero.
Las imágenes de la brutalidad policial contra George Floyd son contundentes, como los registros de millones de norteamericanos marchando en las calles, los policías pidiendo perdón y arrodillándose frente a la gente, los militares desde los altos mandos del pentágono negándose a ejercer la fuerza con la población.
Definitivamente vemos un despertar y nadie puede quedar indiferente a lo que está pasando: sucede en Estados Unidos y sin duda en Argentina. Entonces, se me ocurre hacer esta pregunta, primero a mi misma y después a los lectores: cuántas veces yo he sido y soy racista, cuántas veces de manera sutil y silenciosa actúo discriminatoriamente, cuántas veces me quedé callada cuando debería haber hablado, defendido, frenado comentarios o actos, etc, etc, etc.
No me hago estas preguntas para sentirme culpable; me las hago para comenzar a mirar adentro, a identificar esos sentimientos y pensamientos tan enraizados que van más rápido que la velocidad de la luz. Los chistes, apodos, nombres peyorativos, alusiones a peso, capacidades, color, tamaño, situación, vestimentas, etc que hago y hacemos todos. Y no solo es sobre racismo sino sobre discapacidad, género, inclinaciones sexuales, políticas, religiosas.
Es urgente que revisemos, empecemos a observar nuestra mente y las emociones, a aceptar estos lados oscuros con los cuales aportamos a las situaciones dramáticas del racismo. Nosotros sumamos calladamente, por lo bajo, a la discriminación.
Ser Humano
Comenzar a observar, reconocer y transformar son los tres pasos fundamentales para salir de esta trampa de los prejuicios. Donar a entidades que protegen los derechos humanos, postear en redes sociales, sacar comunicados, participar en marchas, etc, son cosas importantes, pero no suficientes.
Tenemos que comenzar a re educarnos y educar a nuestros hijos, poder hablar del tema, conversar, enseñarlo en las escuelas; cada uno desde la esfera de influencia que tiene puede aportar muchísimo para un mundo más justo y solidario.
Pregúntate qué mensajes dan tus palabras, cómo te refieres a los que no piensan como tú o a los que se ven diferentes, qué lenguaje utilizas, qué niveles de violencia ejerces sobre ti mismo y sobre los demás. Las acciones individuales tienen un impacto colectivo innegable y todo lo que haces y decides no solamente afectan tu vida y tu círculo cercano.
Puedes desmantelar el racismo y cualquier tipo de prejuicio de tus pensamientos, pero eso requiere un entrenamiento con tu mente y tus emociones: observa lo que piensas y míralo, redirecciona tu pensamiento nuevamente. Es un cambio de mentalidad que se puede lograr, pero que pide consciencia, porque estas maneras de pensar están en el subconsciente y lo llevamos dentro desde tiempos ancestrales: lo hemos heredado, copiado, repetido.
Identifica las ‘micro agresiones”, los sutiles despectivos comentarios, abre el diálogo sobre el tema, edúcate en la historia de los movimientos raciales y discriminatorios, aprende sobre los otros que no son iguales a ti.
Observa, evita quejarte, no responsabilices siempre a los otros de lo que sucede, reconoce, acepta, entiende, dialoga, respira, transforma. Tu aporte cambia el mundo.
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