Otra mirada
16/02/2021 | 09:42 |
Adrián Simioni
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Todo normal en el país más raro del mundo
Los argentinos hemos hecho grandes contribuciones a la economía mundial. Hemos aportado experiencias únicas, como el hecho de ser uno de los países con la hiperinflación más extrema, o el que durante más décadas ha convivido con la inflación, o el que ha incurrido en la mayor cantidad de defaults y los más grandes. Hemos aportado términos nuevos al museo mundial de las finanzas, como “indexación”, “desagio”, “acaparamiento” y “corralito”. Somos de los pocos países que muestran huecos en las estadísticas del Banco Mundial de los últimos 30 años, porque un gobierno decidió mentir.
Ahora estamos en el área chica, listos para meter otro golazo, como si fuéramos los Leopoldo Jacinto Luque del mundial de las finanzas.
Cuenta hoy el diario Infobae que, por la falta de dólares, las restricciones para importar ya son tan duras, arbitrarias e impredecibles que los importadores han empezado a recurrir a la Justicia. Y entonces cada vez más se están importando cosas con amparos judiciales, órdenes de que dan los jueces al Ministerio de la Producción para que autorice la importación y al Banco Central para que le venda dólares oficiales para que el importador pueda pagar al proveedor externo.
Ya son más de 350 las empresas que recurrieron a la Justicia y unas 200 ya obtuvieron los amparos. Muchísimas más son las que están frenadas, a la espera de que algún burócrata le autorice a importar insumos o bienes. El gobierno impuso licencias no automáticas de importación. Así que hay que pedir permiso. Los funcionarios van viendo si te dan o no el permiso según cuántos dólares tenga el Banco Central. Y así pueden pasar meses. No sólo para que te aprueben la importación, sino también para que te la nieguen. O sea que nunca sabés si vas a contar o no con lo que querés importar. Imaginate qué fácil es planificar así.
Por supuesto ya ha habido quejas de otros países ante la Organización Mundial de Comercio y ante el G20. Estamos trabando hasta importaciones de Brasil.
Pero a la Argentina nunca le molesta ser la rara del barrio. Su laboratorio demente sigue innovando sin parar, mientras los burócratas le prenden una vela a la cosecha de soja y maíz. Si llueve y se mantienen estos precios, entonces podrían ingresar hasta 9.000 millones de dólares más este año, lo que no llega a tres meses de importaciones raquíticas como las actuales pero ayudaría.
Por lo demás, sigue todo normal en el país más estrafalario del mundo, el único que se niega a hacer lo que han hecho todos los demás países del mundo para terminar con el Estado fabricante de inflación. Todo tranqui: el cepo es un camino de ida, cada vez más estrecho, del que ya no tenemos idea cómo salir. Ni siquiera hay un plan, un horizonte, para saber cómo piensa hacer el gobierno para volver alguna vez a una situación normal. Ni hablan de eso.
Por suerte, somos bien argentos: sólo tenemos que acostumbrarnos a una extravagancia más: conseguirnos un juez amigo que nos acompañe a la Aduana cada vez que haya que retirar un par de zapatillas traídas de China. Todo bien ágil, competitivo y con bajos costos.
Sólo falta bautizar el nuevo engendro. Ponerle un nombre. Yo sugiero “imparo”, una mezcla de importación con amparo. Pero podemos organizar un concurso, como esos que se hacían entre los chicos para bautizar a un leoncito recién nacido en el zoológico. Seguro que la creatividad argentina nos va a dar inusitadas sorpresas.
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