Deportes
13/12/2010 | 13:45
Piso permiso a los que no son futboleros.Y me dejarán colocar en este lugar una idea que seguramente van a compartir, pero que desde el sentimiento es probable sea receptada en forma más directa por los hinchas de fútbol.
Las personas tienen una cara, un laburo, un lugar en el mundo, anécdotas y el escudo de un club.
Se da en vida o después de ella.
Si gana un campeonato Independiente, uno sabe que el kiosquero es rojo, que el médico de los chicos también, pero hay en el chip de la vida, una cara que te lleva al barrio, a la escuela primaria, allá lejos en el tiempo que encajará con Independiente.
¿Dónde andará el Chueco? ¡Qué hincha del rojo era!
Cada vez que me toca relatar a Estudiantes de La Plata, la muletilla: ”Está en la cancha,el equipo de mi papá”, me acompaña siempre. Un homenaje al viejo, que se fue hace mucho ya escaleras arriba.
Y transcurren los partidos con esa sensación imperceptible en el corazón, que en algun sitio Don Alfredo me estará escuchando.
Y listo. Violín en bolsa. Ganó,empató o perdió ''el Pincha'' y a tomar el bondi para casa.
Cuando el árbitro Pablo Lunatti tomó el balón en sus manos y sin descontar minuto alguno dispuso que el equipo de Sabella le había ganado a Arsenal y era campeón, a la frase: ”Terminó el partido…Estudiantes de La Plata campeón”, la atropelló un torbellino de recuerdos, de momentos, de sentimientos protagonizados por ese señor grandote y bueno que fue papá.
Ese que casi tímidamente decía que era de Estudiantes, lo mismo que sus hermanos a pesar de vivir en Río Cuarto toda la vida. Que la campaña de Los Profesores a finales de la década del 20 que les llegaba en diarios y noticias, los había acercado en el afecto al club albirrojo.
Un hombre al que jamás se le ocurrió inducirnos a adherir a su equipo y que irónicamente nos cargaba cuando ''el pincha'' metía algún batacazo contra los clubes grandes que abrazábamos los hijos.
No alardeó nunca de esas victorias épicas en las Libertadores y sólo se limitó a mirar la radio (no llegó televisado a Río Cuarto) cuando Muñoz cantó campeón del mundo en Old Trafford.
Bueno, la cuestión es que al viejo además de asociarlo con la bondad y la decencia, uno lo pega al río de Santa Rosa de Calamuchita que le bañaba la panza cada verano, de la mercería que manejó casi toda la vida, del amor por la vieja y de su silenciosa manera de predicar conductas para sus cachorros.
Es difícil saber por qué fue tan fuerte la emoción en el momento del final del campeonato en la cancha de Quilmes.
Puedo atribuirla primero que nada al recuerdo imborrable de papá y a un año en el cual las circunstancias familiares me tenían al borde del nocaut y las lágrimas.
Pero en el estallido de la gente del León, sentí como si de golpe en los pupitres al aire libre del estadio cervecero, se me sentara al lado mi papá y sin mirarme sino observando el espectáculo, pusiera sus ojos al servicio de la emoción íntima, esa que nunca avasalló a los demás. Y sentí que me estaba escuchando.Y percibí su bigote y su pelada tapada por ese sombrero elegante de copa que siempre usaba.
Y que junto a miles de pincharratas que saltaban, cantaban y lloraban de alegría, su imagen estuvo muy cerca. Demasiado cerca.
Algo que pudo un partido de fútbol. Por aquello que cada persona tiene rótulos, lugares, maneras de ser, novias y novios, pero también tiene un equipo.
Esa pregunta: ”¿De qué cuadro sos?”, es increíblemente importante para un futbolero.
Estudiantes de La Plata salió campeón. Me tocó relatarlo.Y cuando tocó el cielo con las manos en la gloria de un título, yo ví a mi papá.
A Don Alfredo. Pincharrata. Buena gente.
Y el viento del sur me acarició las mejillas.Y el viejo me tapó de afecto como lo hacía cuando despatarrado me dormía con las frazadas a los costados y lo tenía cerca.
Aunque creo que les dije que el tipo sigue estando a mi lado. Como de Estudiantes.