La ira a flor de piel
14/04/2021 | 10:16 | El cine imita la realidad en tres películas donde irrelevantes incidentes de tránsito ocasionan verdaderas tragedias al disparar respuestas desproporcionadas.
La rabia es un sentimiento que se manifiesta de manera muy parecida a la espuma. Quien lo experimenta suele creer que lo controla, y puede que al principio sea así, pero cuando se acerca a su cota máxima se vuelve imparable, se derrama y enchastra todo. La ficción se ocupa periódicamente de esos estallidos y los guionistas no tienen que hacer ninguna proeza imaginativa; les alcanza con la realidad cotidiana.
Hace unos días un roce entre dos vehículos en Ciudad Evita, tuvo un epílogo inesperado .Uno de los conductores estacionó, se bajó del auto y se acercó a la ventanilla del otro coche para intercambiar los datos del seguro. La mujer que manejaba lo ignoró y amagó retirarse, por lo que el damnificado se trepó al capó para impedirle la maniobra pero ella aceleró y el hombre acabó muerto.
La tragedia no es siquiera el final de la historia. La conductora fue detenida, intentó suicidarse, la hospitalizaron y enfrentará una causa por homicidio. Cinco minutos antes de que el destino de esas dos personas se modificara para siempre, sólo se había registrado un incidente menor que ni era digno de guardarlo en la memoria.
Una circunstancia parecida es la que ocurre en Fuera de Control, la película de Derrick Borte en la que un desmesurado Russell Crowe emprende un sangriento raid moralizador después de que una mujer apurada por llegar a tiempo al colegio de su hijo, osa tocar la bocina con insistencia para reclamarle que mueva su camioneta.
Es mejor reservar la película para un día de calma chicha porque en uno complicado contribuye a acelerar el pulso y elevar la presión. El relato es lineal y es posible que no esté del todo justificada la conducta de los personajes, pero lo estremecedor es la facilidad con la que un incidente menor provoca una masacre. Caren Pistorius es la conductora impaciente y para mantener la tensión están las atestadas autopistas de Nueva Orleáns en hora pico, repletas de automovilistas al borde del estallido.
Con carreteras colapsadas, en una jornada de calor agobiante, empezaba Un día de Furia , dirigida por Joel Schumacher y protagonizada por Michael Douglas. En el galardonado filme de 1993 ,interpretaba a William Foster un ciudadano introvertido y , en apariencias normal, que acumula herrumbre y explota en medio de un local de comidas rápidas cuando le comunican que llegó un minuto tarde para desayunar y debe cambiar el menú.
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Siete años atrás, Damián Szifrón escribió el guión y dirigió Relatos Salvajes , seis episodios en clave de comedia negra caracterizados por un elemento común : la ira que se alimenta durante años o crece en un minuto y se lleva puesto todo lo que encuentra cerca.
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Llevado al extremo pero no demasiado lejos de la realidad de Ciudad Evita , la realización de creador de Los Simuladores, incluye el segmento conocido como “El más fuerte” donde Leonardo Sbaraglia , al volante de un auto de alta gama intenta rebasar en una solitaria y preciosa ruta salteña a un maltratado vehículo, cuyo conductor maniobra para impedirle el paso. Empiezan los insultos, los gestos obscenos y la rabia enceguece a ambos. El final , todos lo recuerdan, muestra descarnadamente el resultado de tanta furia.
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