Fatale y Acrimony, el atractivo de las mujeres vengativas

La fórmula es infalible: dos personas jóvenes coinciden en el lobby de un hotel; un intercambio de palabras casuales deriva en una charla más profunda, continúan luego en una disco que permite una mayor intimidad y terminan la noche juntos. La llegada del nuevo día implica el final de ese breve paréntesis de pasión y el retorno a la habitualidad. El problema difícil de resolver es cuando no hay coincidencia entre los propósitos de la pareja y mientras uno cree que la jornada anterior fue un recreo el otro empieza a hacer planes para una vida en común.

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Exactamente ése es el disparador argumental de “Fatale”, el drama que trepó al podio de Netflix unas horas después de que la plataforma anunciara su incorporación. Derrick Tyler (Michael Ealy) es un exitoso manager de la NBA que vive en una mansión en Los Angeles y, llevado de la mano por un amigo, vuela a Las Vegas y se cruza en el camino de Valerie Quinlan (Hilary Swank). Por esas cosas de la vida, él decide no ocultar que es un hombre casado aunque opta por dar un nombre que no es el suyo y un domicilio inexistente y alejado de California.

Hasta ahí se podría decir que “Fatale” es un “homenaje” a “Atracción Fatal” la película de Adrian Lyne que en 1988 generó un verdadero temor en las filas de los infieles , puso a Glenn Close como la enemiga pública de las trampas afectivas y hasta hizo bajar de manera drástica la concurrencia a los hoteles alojamiento.

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Pero la recreación termina allí. En adelante, el director Deon Tayler dispuso de un par de vueltas de tuerca para armar una historia diferente que tiene menos suspenso que la original y más acción, en la que le hizo lugar a más personajes y a cuestiones incidentales.

Sin ánimo de spoilear pero para tratar de sugerir la que se está a punto de armar, hay que decir que se produce una irrupción inesperada en la vivienda de Derrick que, naturalmente, tiene que convocar a la policía, tremendo momento en que llega hasta el mismísimo living de su preciosa casa, la teniente Quinlan. Sí, ella, la mujer con la que vivió la noche de pasión en Las Vegas y que no parece dispuesta a hacer realidad aquello de que lo que pasa en Las Vegas tiene que quedar allí.

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El caminar todo el tiempo por el filo de la cornisa, bordeando los límites de la locura es siempre un espectáculo atractivo. La ficción ofrece la tranquilidad de que la angustia se termina con el final de la película, pero en la vida real también hay público para esas explosiones.

Durante el fin de semana quedó claro que el mismo espectador que apostó por “Fatale”, cuando volvió a la tele tuvo que consumir el caso de la mujer santafesina que, enojada con su amante, le destruyó la camioneta a golpes con un matafuegos. El dichoso video fue el viral del día de todos los canales de noticias .

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El cine es un territorio fértil para las locuras que la gente puede protagonizar amparada en expectativas no satisfechas, celos, envidia y toda la gama de sentimientos alterados por el desamor. No hay excepciones; las películas que incursionan en el universo del revanchismo y las pasiones asimétricas siempre despiertan interés.

Con menos presupuesto pero idéntico propósito, Netflix ofrece también “Acrimony”, sobre una sacrificada esposa (Taraji P. Henson) que vive para respaldar los proyectos de su marido (Lyriq Bent) y relega todas y cada una de sus necesidades en favor de los quiméricos emprendimientos de su pareja, hasta que empieza a sospechar que la está engañando.

La dirigió Tyler Perry y el mérito más grande del filme reside, probablemente, en exhibir el nacimiento, desarrollo y explosión de lo que parece ser apenas una idea preconcebida y actúa como la justificación de la guerra que la protagonista “Acrimony” está llena de excesos y detalles increíbles pero reserva lo más apasionante a la hora de la venganza de Melinda (Taraji P. Henson) y los padecimientos de Robert Lyriq Bent).