Exorcismo en Siglo XXI
19/04/2021 | 11:29 | Nadie ha podido superar la calidad de esas realizaciones, inesperadamente actualizadas por un seminario que dictó la iglesia católica para 300 de sus sacerdotes.
La posesión diabólica y su aparente remedio, el exorcismo, parecían condenados al universo de la literatura fantástica y un subgénero cinematográfico de terror hasta que la iglesia católica apostólica romana acomodó la narrativa y la ubicó en la más estricta actualidad con un seminario dictado este año dirigido a curas interesados en aprender los mecanismos más eficientes para desalojar a satán del cuerpo humano.
El cine registra decenas de títulos sobre seres atormentados por entidades malignas pero la variedad y cantidad no ha logrado todavía superar tres títulos del siglo XX que derribaron los limites del género y se transformaron en clásicos.
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Se trata, por riguroso orden de aparición, de El bebé de Rosemary (1968), El Exorcista (1973) y La Profecía (1976). Las tres marcaron tendencia y registraron escenas que, con los años, replicaron otras producciones. La primera de ellas significó la consagración de Román Polanski y seguía el derrotero de Mia Farrow y John Cassavetes, rodeados de vecinos sospechosos y en un momento clave de la vida de la pareja, cuando se anuncia la llegada del primer hijo. Para perfeccionar la colección del cine de terror, El bebé…se anotó con una escena dantesca sobre la concepción, con una música fantástica y un juego de cámaras que transformó un viejo departamento neoyorquino en un templo preparado para la llegada del anticristo.
El filme cosechó unánimes críticas laudatorias, una candidatura a mejor guión adaptado para Polanski y el Oscar a mejor actriz de reparto para Ruth Gordon. Fue, además, un éxito de taquilla y regaló esos finales típicos del género, para que el público abandonara la sala cargado de inquietud.
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Cinco años más tarde llegaría El Exorcista, dirigida por William Friedkin y protagonizada por Linda Blair. Antes de que se convirtiera en una película aterradora, la novela de William Peter Blatty había vendido 13 millones de ejemplares y preparado el ambiente para garantizar un éxito del que se hablaría durante décadas.
El autor de la novela aseguró que la historia estaba inspirada en un hecho real, un exorcismo realizado en 1949, del que se había ocupado el diario Washington Post. Aunque parezca increíble, en pleno siglo XXI y en la vida real, tres centenares de sacerdotes pidieron y lograron autorización para practicar lo que en la laureada película de 1973 quedaba en manos del estupendo Max Von Sydow, el religioso convocado para alejar el diablo del cuerpo de una nena de 12 años. Ella tenía ataques de furia, hablaba varias lenguas extrañas, giraba su cabeza como un trompo y levitaba.
La Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos seleccionó El Exorcista para que se conservara en su Registro Nacional de Cine como una producción “cultural, histórica y estéticamente significativa”.
La perfecta trilogía del anticristo se completa con La Profecía, con un elenco de lujo encabezado por Gregory Peck y Lee Remick, dirigidos por Richard Donner. También aquí la posesión recae en un niño y de las escenas icónicas copiadas luego por muchas realizaciones cinematográficas y televisivas está la del pequeño demonio manejando un inocente triciclo, mientras la madre intenta cambiar una lámpara, trepada a una escalera, en un entrepiso y al borde del abismo.
La Profecía es de 1976 pero 45 años más tarde, el responsable de la serie mexicana Quién mató a Sara decidió incluir a otro niño que embiste la plataforma donde su madre resiste en un precario equilibrio, para apurar su caída. Dirá seguramente que se trata de un homenaje aunque, con espíritu crítico, podría decirse que es un plagio vulgar.
Como corresponde a lo mejor del género, el guionista escogió un final muy inquietante. El niño, hijo de un diplomático, asiste al funeral de sus padres, de la mano del mismísimo presidente de los Estados Unidos y en el instante final, enfrenta la cámara y sus labios se ensanchan en una misteriosa sonrisa.
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