Llegó el final y aunque lo necesitemos, ya no podremos llamar a Saul

Sesenta y tres capítulos después de aquel lejano 8 de febrero de 2015 Vince Gilligan y Peter Gould le han puesto la palabra fin a “Better call Saul” y dejaron a millones de fanáticos con esa melancólica sensación de abandono que generan siempre las buenas ficciones . Se podría ,claro, reanudar la historia, pero es improbable; los creadores ya dijeron que han dado lo mejor de sí y emprenderán nuevos caminos.

Concebida como una spin off de “Breaking bad”, lo mejor que se puede decir es que si bien generó un auténtico regocijo la inclusión de Walter White y Jesse Pinkman en los dos últimos episodios, BCS se puede ver como una narración independiente y absolutamente distinta en la que algunos de sus personajes muestran otros perfiles , sin renunciar a los orígenes que les conocimos por la serie que encumbró a Bryan Cranston y Aaron Paul.

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De todas las buenas cosas que el público puede encontrar en  el programa protagonizado por Bob Odenkirk, hay que mencionar no sólo un guión escrito con esmero, sino el tratamiento artístico de la historia y ese regalo adicional del blanco y negro cinematográfico , salpicado con un par de escenas a todo color y por una que es casi el póster de cierre, con la pareja central contra una pared, compartiendo un cigarrillo en el que lo único que parece tener vida es el extremo que se aviva con cada aspiración.

Como a los gustos hay que dárselos en vida, los creadores se repartieron los dos últimos capítulos .Vince Gilligan escribió y dirigió “waterworks”, traducido acá como “riego de lágrimas” y su socio Peter Gould se hizo cargo de las mismas tareas en “Saúl gone” , en inglés, o “Ya no queda nada” en español.

Seguro que para algún aniversario se juntarán los más entusiastas seguidores de la serie y armarán  una competencia para elegir qué episodio es el mejor. Difícil ganarle a Guilligan , que generó airadas protestas pero también dejó a muchos con la boca abierta  cuando decidió mostrar la transformación de Kim Wexler (Rhea Seehorn) y ese intento de expiación que llevó a la abogada sagaz, dinámica e inteligente a transformarse en un ser apático, consumido por la culpa.

El desenlace llegó el martes 16 , tras una noche épica para el elenco en la gala de los HCA TV Awards, galardones  entregados por la Asociación de Críticos de Hollywood que adjudicó 4 importantes trofeos a Bob Odenkirk , como mejor actor de drama; Giancarlo Esposito y Rhea Seehorn actor y actriz de reparto y el premio mayor, de mejor serie de drama.

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Por si todavía alguna gente no ha visto “Better call Saul”, hay que explicar que se trata de la historia del abogado Jimmy McGill , el que en “Breaking Bad” asesoraba a Walter White y que en algún momento, urgido por la necesidad de sobrevivir, asume la identidad de Saúl Goodman , de allí el título que en español significa, “mejor llama a Saúl”-

Y eso implica no sólo un cambio de nombre .También muda su apariencia ,se olvida del atuendo clásico y de los trajes azules con corbata bordó.Saul atiende a su clientela en un cuartucho de dos por dos, al fondo del salón de una cosmetóloga y empieza a vestirse como lo haría el presentador de un baile de carnaval en un galpón de piso de tierra.

Ni ese regalo final de los capítulos en blanco y negro pudo ignorar el brillo deslumbrante del saco de Jimmy-todavía en el papel de Saul- en su última comparencia ante un tribunal ,en la doble condición de acusado y abogado.

Si en el penúltimo episodio todo el lucimiento fue para Kim-sus dos minutos de llanto desconsolado en un transporte público ya figuran en todos los manuales de actuación- en el final es Jimmy el que se lleva los laureles. Y no sólo en el minuto de amargas risotadas en la soledad de un calabozo.

La necesidad de no arruinarle a nadie el placer de sorprenderse con la historia nos obliga a evitar cualquier referencia a la resolución de la serie.Por supuesto hay más de una interpretación sobre el final pero , lo importante, es que no decepciona.

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Gould eligió , probablemente, una forma original de homenajear su propia creación.El autobús que conduce a una docena de presos a una cárcel en Carolina del Norte avanza a toda velocidad en medio de un paisaje invernal cuando uno de los reclusos advierte que, de alguna parte conoce al hombre que está sentado detrás suyo.

“¿Better call Saul”? pregunta . Jimmy niega, pronuncia su nombre de nacimiento, pero sus compañeros de infortunio ignoran  la respuesta  y golpean el piso con sus pies engrillados , vivando la dichosa frasecita que le permitió al abogado edificar su fama.

En su imaginación Jimmy también arregla cuentas con Chuck, su hermano mayor, el exitoso de los McGill que reaparece al final, en la oscuridad de esa casa en la que se negaba a usar electricidad , mientras la cámara se queda con la imagen de un libro abandonado sobre la mesa.

Se trata de “La máquina del tiempo” de HG Wells, exactamente de lo que habla con Mike Ehmantraut (Jonathan Banks) , al comienzo del capítulo.Es bueno saber que el final está a la altura del personaje y que no tiene nada que ver con el que temimos cuando vimos el penúltimo episodio.

En BCS hay también persecuciones,disparos, ejecuciones magistrales, escondites inimaginables,proyectos faraónicos  de producción de drogas  y charlas filosóficas entre narcos pero todo eso es lo de menos . Lo mejor  es la riqueza inagotable de los personajes, la dificultad para encasillarlos, la facilidad con la que caen y  el modo como intentan levantarse. Todo eso hará inolvidable a Better call Saul. Eso y el sacrificio final de Jimmy.