Un método infalible
13/04/2021 | 10:08 | Están en todas las buenas realizaciones y a veces ayudan para mejorar malos guiones o cambiarle el rumbo a la historia más compleja.
Poco importan los cambios en la sociedad y la evolución del cine; en las películas y en la vida los besos siguen siendo la forma perfecta de expresar el mejor de los sentimientos, de comenzar una historia, fortalecerla o cerrarla. Los amores de celuloide acompañan el crecimiento y nuestra memoria emotiva almacena esos momentos que disfrutamos en la oscuridad de una sala y revivimos cada vez que nos enamoramos.
Giuseppe Tornatore debe haber pensado en todo eso cuando dirigió el maravilloso segmento de Cinema Paradiso en el que Salvatore regresa ya adulto a su pueblo y recibe a modo de legado de Alfredo, el proyectorista, la edición de todos los besos que el cura había censurado durante su infancia. La escena es capaz de conmover hasta el corazón más duro. Suena el Tema de Amor que escribió Ennio Morricone y el niño convertido ahora en director, llora iluminado apenas por el pálido reflejo de la pantalla, con el sonido apagado de la cinta que se desplaza y proyecta besos castos, breves, apasionados, tristes, exaltados, profundos, interminables.
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Los besos, está probado, mejoran cualquier oferta cinematográfica incluso si no son técnicamente buenos. Si lo sabrán Jack Nicholson y Helena Hunt que en “Mejor…imposible” ensayan el primer acercamiento cuando ya experimentan un sentimiento irrefrenable con un beso inexperto porque el personaje de él, Melvin Udall, tiene toda clase de trastornos obsesivo compulsivos y dificultades de relación pero la frase que le dirige a ella “haces que quiera ser un hombre mejor” y el momento exacto en el que se anima a besarla alcanzaron para hacer de esa comedia una pieza inolvidable.
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Otro beso imperfecto de la pantalla grande que ha sobrevivido a los guiones más ambiciosos y a la dirección más jugada es el de “La dama y el vagabundo”, la producción animada de Disney de 1955 en la que un perro callejero y una aristocrática cocker spaniel comparten un spaghetti y él aprovecha para robarle un beso que ella recibe tímida pero encantada.
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Un capítulo íntegro en la historia del séptimo es el de los besos bajo la lluvia. Ayuda a mostrar a los enamorados en su propio mundo, alejados de todo lo que no sea su propia pasión y ajenos al agua que se precipita sobre su humanidad. De lo mejor de la especialidad es Diario de una Pasión de 2004. Ryan Gosling y Rachel McAdams se reencuentran después de siete años ; el beso vale la peli completa.
Mucho antes, en otro siglo, se filmó Casablanca (1942), un filme que en su génesis estuvo cargado de dificultades con actores que desistían después de comprometerse a trabajar, reescritura de guion, problemas de locaciones. Como se sabe finalmente se estrenó, fue un éxito espectacular y es un clásico. De las cuatro o cinco escenas que los estudiantes de cine estudian para recrear está esa en la que Ilsa ( Ingrid Bergman) encara a Rick (Humphrey Bogart), arma en mano, para exigirle la entrega de los pasajes que la permitan a su marido, héroe de la Resistencia, y a ella, abandonar Marruecos. El odio aparente que los separa se trastoca inesperadamente, él se acerca más de la cuenta y borra las lágrimas de ella con un beso que cambia el curso de la historia.
Otro beso clásico, muy jugado para la época es el de Burt Lancaster y Débora Kerr en “De aquí a la eternidad” (1953). El es un sargento en plena Segunda Guerra Mundial y ella la esposa de otro, un capitán. Los amantes están en una playa solitaria, con el mar a sus pies y se entregan sin reservas , ignorando el riesgo de tener testigos.
Y si de besos se trata hay otras dos películas que mezclan, con sabiduría, música y besos para jugar dos escenas inolvidables. Una es “El guardaespaldas” (1992), el tema lo canta Whitney Houston y es ella que recibe la declaración, en forma de beso de Kevin Cotsner; la otra es “Titanic” (1997) y por décadas recordaremos a Leonardo Di Caprio inclinándose para besar a Kate Winslet, mientras canta Celine Dion.
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