Corrupción y violencia
03/08/2021 | 10:41 | "Diamond City: justicia ciega" sirve de presentación de las ficciones de un país que tiene historias interesantes para contar, que van mucho más allá de las que sobre ellos cuentan los europeos. Está en Netflix.
Es hora de aprovechar el streaming para conocer los productos de la industria cinematográfica de todo el mundo. Netflix incorporó “Diamond City: justicia ciega”, una serie sudafricana que vale la pena mirar si el espectador consume habitualmente dramas tribunalicios y carcelarios y puede darse el lujo, sin salir de la casa, de asomarse a una realidad que conoce poco y a una manera de contarla que resulta atractiva.
Son 13 episodios de 45 minutos en los que una fiscal brillante, Zandile (Noxee Maqashalala) pasa de ganar un juicio tras otro a caer en desgracia, ser acusada de homicidio y trata de personas e ir a parar a una cárcel, la de Diamond City, donde la mitad de las reclusas estàn allí por aquella efectividad de la que hacía gala cuando le tocaba acusar.
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En lo sustancial, los delitos que se investigan son iguales en todas partes, las leyes que penalizan a los autores también son similares y la justicia opera también de la misma forma. Existen, claro, ciertas particularidades relacionadas con el país que es el gran escenario que hay en torno de hechos de corrupción, policías siempre al borde de los apremios ilegales, mentes brillantes al servicio de la justicia y otras igual de efectivas para vivir en los márgenes de la sociedad.
Como ex colonia británica, los sudafricanos tienen autos con el volante a la derecha, conducen por la izquierda y sus jueces y abogados usan togas. Hasta ahí las similitudes con cualquier historia tribunalicia de las muchas que nos ha regalado la BBC, pero a poco que se observe con algo de detenimiento el panorama surgen algunas cuestiones locales.
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El personaje de la fiscal tiene un hijo que concurre a una escuela privada y cuando su madre es encarcelada y tiene que irse a vivir con su padre, éste le plantea que ese colegio lo ablandará demasiado y que más le convendría asistir a uno próximo a la humilde casa paterna.
“No iré a una escuela del gueto” contesta Junior, el hijo, acostumbrado a la vida de grandes comodidades que ha podido proporcionarle hasta ese momento su madre .Los episodios están hablados en inglés la mayor parte del tiempo pero cuando la acción transcurre en la cárcel, las internas se comunican en uno de los dialectos africanos.
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El padre de Junior también le recrimina que hable inglés, circunstancia que une a su supuesta “flojera”, una condición que le critica cuando se entera de que algunos compañeros lo han molestado y él no ha respondido con golpes, como debería hacerlo según el criterio paterno.
Es interesante descubrir, en el reparto, la poca diversidad. Casi como una película norteamericana de los 60 cuando todos eran blancos, excepto algún trabajador y el criminal.
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En “Diamond City….” son todos negros, excepto los que encarnan a gente con poder como el juez, la jefa de la prisión y, excepcionalmente, una detenida que dentro de la cárcel se ocupa de la distribución de la droga.
La serie tiene buen ritmo y un guión interesante que se complica cuando la protagonista absoluta, la fiscal más temida de tribunales, se cruza en el camino de un pez gordo que tiene un pie en uno de los poderes del estado y el otro en un spa que opera como pantalla de una red de trata.
La parte que transcurre en la prisión que le da el nombre a la serie - porque irónicamente llaman diamante, a un sitio oscuro donde la muerte es moneda corriente - es la más interesante y la que regala las escenas más violentas. No hay una diferencia sustancial entre el funcionamiento de una cárcel como la de la ficción argentina “El Marginal” por caso y la del programa sudafricano. Tal vez esta última sea un poco más nueva y limpia pero por lo demás cualquiera puede morir -y de hecho, muere- porque su presencia le molestó a la presa con más poder, Abida, interpretada por la magnífica actriz Ilse Klink o porque ese día se levantó con el pie izquierdo la jefa de los guardiacárceles.
A los cinco minutos del capítulo inicial el público ya sabe que en ese país la corrupción es un problema serio, que la policía es poco confiable y que obtener justicia es más fácil si se pertenece a las clases acomodadas. Ese panorama es más o menos común a muchos países en el mundo, solo que aquí está contado a través de algunos ejemplos extremos.
El logro más importante de esta primera temporada es que logran mantener el ritmo y el interés mientras crecen y se agigantan las injusticias en la prisión y la justicia se muestra torpe, lenta y poco dispuesta a enmendar sus propios errores. ”Diamond …” tiene un conflicto final cuando parece que todo está a punto de resolverse que anticipa una nueva temporada.
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