Perfiles de La Previa
26/03/2023 | 15:45
Redacción Cadena 3
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El fútbol como segunda oportunidad: la increíble vida de “Maravilla” Martínez
En La Boca, tribunas pintadas de azul y amarillo presencian con asombro cómo una pelota ajena rompe la red. Boca cero, Instituto dos, dice el marcador, escribiendo sin saberlo una historia que se había pausado 37 años atrás. Sin embargo, a veces, los goles tienen una historia por detrás que merece ser contada. Y es que a su autor, “Maravilla”, la vida le devuelve en goles lo que le quitó en injusticias.
Adrián Emmanuel Martínez nació el 2 de julio de 1992 en Las Acacias, un barrio de la localidad bonaerense de Campana en donde la gente tiene que rebuscarse para hacer algo tan simple como comer.
Acostumbrado a esperar lo peor, Adrián nunca quiso ser futbolista: pensaba que era una vida muy cansina, llena de deudas y reclamos a clubes que nunca pagan lo que tienen que pagar.
Eso sí, a Adrián, que es hincha de River porque “hay que ser hincha de algo”, le gustaba correr. A muy corta edad consiguió trabajo como recolector de basura, y en su tiempo libre jugaba en Acacias, un club de fútbol amateur donde su mamá era presidenta.
Se había probado en Villa Dálmine, pero lo habían rechazado. Su futuro como recolector parecía escrito hasta que, en un duro accidente, chocó la moto que conducía y perdió gran parte de la movilidad en su mano. El dolor paralizó sus músculos, pero también su vida: el doctor de la empresa lo declaró no apto y lo despidieron.
“Maravilla”, como todo el mundo lo conoce, se ganó su apodo a golpes. Y antes de que pudiera recuperarse del primero, la vida le dio otro.
En 2014, cuando él tenía apenas 21, su hermano de 16 años recibió tres tiros y tuvo que ser internado en grave estado. Adrián estaba en el hospital acompañándolo, y sólo horas más tarde se enteraría que, en respuesta, la gente del barrio ingresó en la casa de los agresores y la prendió fuego. Y sería después, también, que sería notificado de que había sido inculpado por el incidente.
La Unidad 21 de Campana, a 83 km de la capital del país, es un lugar frío y oscuro en donde los presos viven en condiciones indignas y en donde cada uno lucha por mantenerse. También es el lugar en donde Adrián debió vivir durante siete meses.
Ahí, “Maravilla” dice que pudo conectarse con la religión, con él mismo. Y sobre todo, ahí es donde hizo una promesa: si se le daba lo de jugar al fútbol, perdonaría a quienes lo habían metido en ese lugar.
Semanas después, su inocencia fue probada, y Adrián, que a sus 22 años nunca había jugado en inferiores, quedó seleccionado en el club Defensores Unidos.
A pesar de la reticencia inicial de sus compañeros, que desconfiaban de alguien que acababa de salir de la cárcel, el club de Zárate fue el primer testigo de su talento. Con sus goles “bendecidos”, el zurdo que la mete con la derecha marcó 21 tantos en una temporada.
En 2017, el goleador despertó el interés de Atlanta, de la Primera Nacional, club cuya camiseta haría sonar su nombre. Y su historia. En la Copa Argentina de ese año, sus gritos recorrieron el país: fue verdugo de Belgrano y de River
Dejando atrás todo lo que conocía, “Maravilla” asumió un nuevo desafío y cambió de camiseta: la de Sol de América de Paraguay. Una vez más, sorprendió con sus goles en un país en donde el fútbol es casi tan duro como lo había sido su vida. En tierras guaraníes, marcó tantos ante Olimpia y Cerro Porteño, lo que llevó a que Libertad, un gigante del continente, posara sus ojos en él y rompiera el mercado para incorporarlo a sus filas.
En 2019, el destino lo llevó a la Copa Libertadores, y ni siquiera los 3.625 metros de altura de La Paz pudieron impedirle que se convirtiera en el segundo máximo artillero de América ese año.
El tiempo pasó, y manteniendo siempre su mentalidad de trabajo, y su obstinación ganadora, el delantero tuvo después experiencias en Cerro Porteño y en Curitiba de Brasil.
En 2023, un Instituto sediento de goles le confió su delantera.
El resto es historia, pero Adrián no se olvida de las injusticias que condicionaron su vida más de una vez. No olvida del camión de basura, ni del pabellón. Sin embargo, tampoco olvida a su Dios, el que dice que le manda sus goles. Ni al amigo que, cuando tenía nada, le recordó que aún le quedaba su talento con la pelota. No olvida a su primer técnico, ni a los clubes que confiaron en él cuando podrían no haberlo hecho.
En la Bombonera, Maravilla silencia a 54 mil personas con su gol. En el festejo, con camiseta albirroja y brazos estirados, se puede ver cómo, como última secuela de aquel accidente que le cambió la vida, su brazo derecho no funciona del todo bien. Pero a Adrián no le importa. Porque sus piernas, sí.
Textos y producción periodística: Camila Osorio / Edición de audio: Camila Osorio y Juan Schulthess / Narración: Juan Schulthess.
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