Perfiles de La Previa
03/07/2021 | 18:14 | "Goyco" fue al Mundial para ser suplente de Nery Pumpido, pero volvió al país como un héroe nacional. El 13 de junio de 1990, hace 31 años, tuvo su inesperado debut en la copa. Reviví su trayectoria.
Raúl Monti
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Sergio Goycochea, el salvador argentino en Italia '90
El 13 de junio de 1990, hace 31 años, Nery Pumpido sufrió una dura lesión contra la Unión Soviética que lo sacó del arco argentino en el Mundial de Italia. El desafortunado evento tuvo una consecuencia inesperada: el surgimiento de un verdadero héroe nacional.
Sergio Goycochea dejó de ser un simple arquero en el transcurso de ese emotivo campeonato, que cambió su vida para siempre. Los 4 penales que atajó en el torneo, contra Yugoslavia e Italia, lo convirtieron en un ídolo indiscutido de los argentinos.
Aunque defendió una docena de camisetas a lo largo de su carrera, su figura es propiedad pública de todo un país. Miles de personas corearon su nombre en Plaza de Mayo y se acostumbró al cariño popular, pero tuvo que esperar mucho tiempo para alcanzar la gloria que tanto deseaba.
Goycochea nació el 17 de octubre de 1963 en el partido bonaerense de Zárate, y aprendió a atajar en los picados que jugaba en la calle hasta altas horas de la noche. En tiempos en los que ninguna familia temía que a sus chicos les pasara algo y los barrios eran un refugio, él soñaba con ser como el “Pato” Fillol, al igual que todos los arqueros de su generación.
Hizo las inferiores en el Lima Fútbol Club, el equipo de la zona, y debutó en el arco de la primera cuando tenía 15 años. El técnico era su papá y se negaba a ponerlo de titular por miedo al “qué dirán”, pero sus propios dirigidos le dijeron que el joven “Goyco” estaba más que listo y que nadie iba a pensar que su inclusión era fruto del favoritismo.
Estuvo tres meses en el Lima y lo contrató Defensores Unidos de Zárate, donde conoció lo que significaba ser un profesional, tener su propio sueldo y entrenar todos los días. Jugó en la C durante tres años y dio un salto abismal en el 82’, cuando ya era evidente que la categoría le quedaba chica.
Llegó a River con 20 años para ser el suplente de Nery Pumpido y maduró muchísimo al lado de referentes como el “Beto” Alonso, el “Tolo” Gallego y Oscar Ruggeri. Se quedó seis años en el equipo siendo una alternativa desde el banco de suplentes y ganó 4 campeonatos, entre los que se destacan la Copa Libertadores y la Intercontinental del ‘86.
Atajó varios partidos en el torneo local, pero se quedó con las ganas en las conquistas internacionales del equipo del “Bambino” Veira. Conforme con lo aprendido pero con la ambición de ser titular, armó las valijas y abandonó el país en busca de continuidad y más oportunidades.
Cambió al “Millo” de Argentina por los Millonarios de Colombia, donde había hecho historia su ex compañero, el “Búfalo” Funes. En Bogotá encontró los minutos que quería y se ganó un espacio en la Selección, aunque allí seguía siendo el eterno suplente de Pumpido.
La alegría más grande de su incipiente carrera llegó en 1990, cuando Carlos Bilardo le confirmó que sería parte del plantel mundialista en Italia. “Goyco” ya era feliz por el hecho de haber sido convocado, y le pidió a sus papás que grabaran el arranque de los partidos en un VHS para ver su apellido en la pantalla cuando salieran los suplentes. Ni en sus sueños más alocados podía imaginar lo que estaba a punto de vivir.
El sueño de repetir la gesta de México ‘86, la hostilidad desmedida del público italiano contra los hombres de albiceleste y la presencia de Diego Maradona lograron que el Mundial de Italia tuviera una carga emocional muy especial para los argentinos. Aún así, el camerunés Biyik se encargó de aclararle a los de Bilardo en el partido inicial que el torneo no iba a ser precisamente un camino de rosas.
La Selección sumó una nueva desgracia en el segundo partido de la fase de grupos, contra la Unión Soviética. No habían pasado ni 15 minutos del arranque cuando un desafortunado choque entre el “Vasco” Olarticoechea y Pumpido le provocó una fractura de tibia y peroné al arquero argentino. “Goyco” tuvo que saltar del banco de suplentes a la cancha en lo que fue su debut mundialista.
Con el 12 en la espalda, se convirtió en el titular de un equipo que estuvo al borde de la eliminación en la primera ronda, y terminó pasando como mejor tercero. Argentina se salvó de manera inexplicable contra Brasil en octavos de final, ganó 1 a 0 gracias a una genialidad de Maradona y la campaña empezó a tomar un matiz heroico.
Goycochea empezó a escribir su leyenda en cuartos de final, donde tapó dos penales contra Yugoslavia, y se consagró definitivamente tres días más tarde, en la semifinal. Contra Italia y bajo una silbatina monumental, se agrandó más que nunca, volvió a atajar dos tiros y les dio a los suyos la dramática clasificación a la final del Mundial.
Los tiros desde el punto penal, que lo habían catapultado a la gloria, lo hicieron conocer la derrota cuando el alemán Brehme puso fin a la ilusión de los argentinos. Sin embargo, ese torneo hizo las veces de canonización para el arquero, al que los hinchas elevaron a la categoría de “santo”.
En todos los potreros del país, los nenes que iban al arco jugaban a ser “Goyco”, y el entonces guardameta de Racing se convirtió en una estrella de la noche a la mañana. Incursionó en el modelaje, las mujeres se le tiraban encima y en las calles se vendían pósters y muñequitos con su cara, como si fuera un superhéroe.
Se fue al fútbol de Francia y tuvo un paso destacado en Paraguay, pero agigantó su figura con nuevas conquistas con la albiceleste. Ganó la Copa América del 91’, la Confederaciones del ‘92 y la Artemio Franchi en el ‘93. Ese mismo año volvió a vestirse de héroe en los penales en la Copa América y se coronó campeón del último título de la Selección Mayor hasta la fecha.
Eduardo Galeano escribió alguna vez sobre los arqueros que ante un mal día “el público olvida súbitamente todas sus hazañas y los condena a la desgracia eterna”. Goycochea conoció esa cara de la moneda en el humillante 5 a 0 contra Colombia, cuando le tocó pagar los platos rotos y se bancó en silencio las recordadas críticas de José Sanfilippo: "Se comió todos los amagues, pibe".
El final de su carrera no fue acorde a lo que había logrado con Argentina ni al cariño que recibía de la gente. La derrota contra los colombianos y algunos partidos complicados en River hicieron que llegara como suplente al Mundial de Estados Unidos ‘94, aunque tenía apenas 31 años y había sido titular en las Eliminatorias y el repechaje.
Hiló experiencias pobres en Mandiyú, Inter de Porto Alegre y Vélez Sarsfield, club al que se sumó cuando se rumoreaba la venta de Chilavert y terminó siendo el tercer arquero del plantel. Se retiró en Newell’s en 1999, jugando poco y nada, sin partido homenaje ni una gran ovación de despedida.
Lejos de la cancha, supo aprovechar su fama y buen porte para reinventarse como actor en algunas novelas y periodista deportivo. Se convirtió en un destacado conductor televisivo, y no guarda rencores por el final de su carrera, sino gratitud por los grandiosos momentos que pudo disfrutar.
En su mejor momento, Goycochea ocupó un lugar que había quedado vacante tras el retiro de Fillol y se consagró como el gran arquero argentino, de esos que cierran cualquier discusión sobre quién debe proteger el arco del conjunto nacional.
Terminó su etapa como profesional con cinco títulos en River y dos Copas América con la Selección, pero será recordado eternamente por una secuencia que duró apenas unos segundos: el momento en el que le tapó el penal a Aldo Serena con su buzo multicolor, nos clasificó a la final del mundo y se convirtió en el salvador argentino en Italia ‘90.
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