Ahora, a buscar una vacuna contra el virus de la argentitud

La quinta pata del gato

Ahora, a buscar una vacuna contra el virus de la argentitud

29/12/2020 | 13:04 | Teorías conspirativas, dudas exageradas, triunfalismos precoces, improvisación, denuncismo: todo opaca la vacunación con la que tenemos que sacarnos la peste de encima.

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Jorge Rachid es médico, fue secretario de prensa de Menem y hoy integra el comité de expertos que asesora en la pandemia al gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof. Anoche, Rachid desplegó una alucinante historia conspirativa para explicar por qué el gobierno argentino no logró firmar un contrato con el laboratorio Pfizer para comprarle su vacuna. Según Rachid, Pfizer no firmó porque pretendía, atención, que se sancionara una ley que permitiera embargar “los glaciares” y que se le concedieran permisos de pesca, con la intención de usar todo eso como garantía de pago de las vacunas. Rachid asoció ese supuesto pedido al embargo de la Fragata Libertad por parte de fondos buitres.

Es una teoría que suena absurda. Ya hay 30 países aplicando la vacuna Pfizer. Y muchos más firman contratos hora a hora. ¿Chile le habrá entregado a Pfizer sus minas de cobre? ¿Kazajastán habrá puesto en garantía sus pozos petroleros? ¿Israel habrá hipotecado sus empresas tecnológicas? ¿Costa Rica habrá escriturado la biodiversidad de sus selvas a nombre de Pfizer?

Las tonterías que se dicen en Argentina sólo agregan nuevas capas a las sospechas generalizadas. La opacidad crece al amparo del triunfalismo precoz y siempre frustrado del presidente Fernández, de la chapucería de barrio del ministro Ginés González García, de la excepcionalidad urgente con que se forzó a actuar a la Anmat, de los tuits de Vladimir Putin que desnudaron sin querer la improvisación del gobierno argentino.

Las sospechas también crecen del lado de la oposición. El presidente del radicalismo, Alfredo Cornejo, que a la primera de cambio sugiere que hubo coimas frustradas. O José Gilardi, presidente de la Asociación de Médicos Municipales de Buenos Aires que, al mismo tiempo que alienta dudas sobre la calidad de la vacuna se queja de que la misma vacuna sólo se va aplicar por ahora -porque es para lo que alcanza- en la primera línea de médicos en contacto con la peste. ¿En qué quedamos, Gilardi?

En medio de tanta conspiración, triunfalismo trucho y fabricación de dudas, sólo nos quedan hoy dos certezas:

Una, es que lo que no tenemos todavía es una vacuna contra nosotros mismos. Puede cambiar el mundo a nuestro alrededor pero nosotros, argentinos de ley, sabremos generar al menos dos problemas por cada solución que el resto del mundo nos regala.

La otra, que se empezó a vacunar. Aquí y en el mundo. Sea con la Sputnik o con la Pfizer, roguemos que las dos funcionen. Dejemos atrás esta pesadilla, la del Covid19, dado que nuestra propia pesadilla, la de ser nosotros mismos, difícilmente se cure con una vacuna.