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18/08/2020 | 14:37 | “Con Cristina no alcanza; sin ella no se puede”, decía el Presidente. Pero eso era la condición para ganar la Presidencia. El banderazo expone otra cosa.
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El presidente hizo famosa una frase para describir en su momento la necesidad de la alianza electoral entre el cristinismo y otros sectores del peronismo que él aspiraba a representar.
“Con Cristina no alcanza; sin ella no se puede”, decía el Presidente. Era la condición si se quería ganar la elección presidencial del año pasado.
Luego del masivo banderazo de ayer, esa frase se puede reconvertir. Fernández debe estar pensando que sin Cristina no se pueden ganar elecciones, pero con Cristina se hace muy difícil gobernar.
Se hace muy difícil en al menos dos sentidos.
El Presidente está obligado a apurar la agenda de Cristina destinada a garantizar su impunidad y la de su entorno. Hay que desactivar la Justicia. Desde reformarla hasta desplazar jueces hasta manipular la Corte Suprema. Todos estos movimientos son obscenos, evidentes, grotescamente indisimulables. Y deslegitiman a Alberto Fernández. Lo dejan ser presidente sólo si es garante de la impunidad. Esa es la imagen que da. Y es inaceptable para la mitad de la sociedad. Que, así, no quiere ir con él ni a la esquina. Eso fue el banderazo de ayer.
Y hay otro sentido en el que Cristina le dificulta el gobierno a Fernández. El cristinismo exige reivindicar sus dos presidencias. Y esas dos presidencias no fueron buenas. Sus políticas demagógicas, estatizantes y clientelares dejaron un Estado gigante imposible de financiar. Por eso, Cristina es la madre de la inflación -que volvió con ella- y los déficits gemelos. Ese es el legado que dejó después de recibir de Duhalde y de su marido un país con cuentas fiscales en cierto orden.
Hoy, Fernández necesita empezar a promover todo lo contrario de las Cristinomics: un programa de austeridad para la pospandemia, si es que no quiere incendiarse en una mezcla de inflación y recesión cuando la peste se repliegue.
Y en lugar de eso, en lugar de poder empezar a convencernos a todos de que colaboremos en ese plan, que a él no le permiten ni mostrar, está forzado a ser un dador de impunidad a la vista de todos. Así, es muy difícil gobernar.