Política esquina Economía
09/11/2020 | 17:03 | La repetición, la flexibilización de la cuarentena, la crisis económica y la reconfiguración de ambas alianzas, de gobierno y de oposición, se comen la efervescencia de la protesta.
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El dato más notorio del octavo banderazo contra el gobierno de Alberto Fernández, realizado ayer, fue su convocatoria: notablemente inferior a la de otras veces.
¿Por qué pasó esto, si las consignas de estas manifestaciones siguen vigentes, si el kirchnerismo sigue tratando de controlar la Justicia para lograr la impunidad, si sigue sin dar garantías de respeto a algunos derechos constitucionales, si sigue intentando manipular instituciones para su propia conveniencia, como parece ser ahora el caso de las Paso que quieren anular?
Una explicación posible, la más obvia, es que lo que la repetición de estas protestas, que al principio las fortaleció porque generó una identidad, a partir de cierto momento puede empezar desgastarlas, quitarles novedad.
Pero a mí me parece que hay más. Una, es la flexibilidad de la cuarentena. Los banderazos surgieron, también, como reacción a un confinamiento extremo, impuesto policialmente, que fue un fracaso porque estableció la cuarentena más larga del mundo con su golpe terminal a la economía y al final igual estamos entre los países con más muertos por habitantes. El fin del confinamiento descomprimió el malestar.
Otro punto es la degradación económica. La situación es peor que cuando todo esto empezó. Mucha gente está viendo cómo se las rebusca, cómo salva su negocio, cómo mantiene su empleo y la flexibilización de la cuarentena permite hacer eso. La energía se pone allí. No en la protesta.
Hay otro elemento también. Tiene que ver con la reconfiguración de las alianzas políticas que están en marcha. El oficialismo está definiendo si retoma el ajuste fiscal y económico que había iniciado el macrismo o si acelera hacia el precipicio mientras retoma la emisión de pesos. Y cuando eso se defina, habrá tensiones y, tal vez, cismas. La división del gobierno es observable. Los banderazos ya no tienen adelante un bloque único al cual atacar.
Y también la alianza opositora se está reconfigurando. Elisa Carrió quiere ayudar a Alberto Fernández para que no se lo devore el kirchnerismo. Rodríguez Larreta cree que encarnar la moderación dentro de Juntos por el Cambio lo va a llevar a la presidencia. Patricia Bullrich -y tal vez Macri- piensan que no hay que aflojarle al kirchnerismo porque, si no, se van a llevar puestos los restos de la Repúbica. Como se ve, la representación política del 41% ha dejado de ser unánime.
Y ese es el dato más notorio que deja el módico banderazo de ayer. Los opositores van a tener que dejar de abusar de los banderazos si no quieren que terminen mostrando debilidad y aburrimiento en lugar de fuerza y efervescencia.