Discurso ambivalente
14/07/2020 | 14:24 | "Odiadores" y "Vicentin": recién cuando sepamos si el presidente es independiente o dependiente de CFK sus enunciados dejarán de ser ambiguos y vagos.
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En la universidad de Córdoba teníamos una excelente y querida profesora, Marité Dalmasso, que nos explicaba a los futuros periodistas que el significado de todo lo que enunciamos depende de nuestras circunstancias históricas; de nuestro lugar, tiempo, relaciones sociales, etc.
Un caso súper obvio. Si te digo por teléfono “acá estoy” y estoy en la esquina adonde caen las baldosas que tiran los de la UTA, vas a interpretar lo mío como un pedido de auxilio o una expresión de temor. Si en cambio te digo lo mismo, “acá estoy”, pero estoy con 20 amigos tomándome un vermouth en una galería de las sierras mirando la puesta de sol vas a interpretar que violé la cuarentena.
Con el presidente Alberto Fernández lo que nos pasa es que no sabemos dónde está parado. Entonces sus enunciados son muy ambiguos. No tenemos cómo interpretarlo.
Hace cinco días dijo “yo vine aquí a terminar con los odiadores seriales”. Y no pudimos saber a ciencia cierta si se refería a terminar con la grieta o a terminar con los antikirchneristas intensos, a los que los K definen como “odiadores”. Las dos cosas son opuestas entre sí.
Ayer, el presidente dijo que se equivocó con Vicentin. “Pensé que iban a salir a festejar. No pasó, empezaron a acusarme de cosas horribles. Estoy esperando que alguien me traiga una solución, pero nadie me la ha traído”, dijo. Y no sabemos si en verdad cree que se equivocó o si está siendo irónico con quienes se opusieron, en el mismo tono sarcástico que podría usar Cristina Fernández.
Casi todo lo que viene diciendo Fernández puede interpretarse de dos formas. La primera interpretación es coherente con las posiciones kirchneristas, y surge porque efectivamente Fernández se cuida mucho al hablar para no contradecir a la vicepresidenta que lo designó. La otra interpretación es coherente con las posiciones que se esperaban del Fernández moderado, y surge porque el presidente también intenta conformar, al mismo tiempo, a quienes no lo votaron o a quienes lo votaron pero rechazan el discurso de la crispación que es la marca registrada del kirchnerismo.
Fernández está haciendo un doble juego. Nos dice “acá estoy”, pero nosotros no sabemos si está en la esquina donde llueven baldosas o tomándose un vermouth en las sierras. Recién cuando sepamos si es un presidente independiente o dependiente de Cristina sus enunciados dejarán de ser ambiguos, vagos, imprecisos y ambivalentes. Y por la misma razón recién entonces conoceremos su plan de gobierno, que tampoco conocemos.