Dilema
07/12/2020 | 13:41 | Para gobernar el futuro, el presidente debe decidir si de acá a marzo se convierte en héroe. Pero, sobre todo, debe decidir de quién intentará ser el héroe.
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El presidente está parado justo en el dilema central de su gobierno. Alberto Fernández necesita iniciar un ajuste fiscal sino quiere quemarse con la inflación. Pero para eso necesita al menos la vista gorda de Cristina Fernández. Y la vicepresidenta no le va a dar ese respaldo si el Presidente no le garantiza el fin de los juicios por corrupción contra ella y los suyos.
Esto ya era así. Pero el fallo de la Corte que dejó firme la condena por coimero a Amado Boudou puso en evidencia que Alberto no puede, no quiere o no sabe copar la Justicia para cuidar a la familia Kirchner. Y la decisión de Cristina de eliminar de un plumazo el ajuste jubilatorio que Alberto había mandado al Congreso demuestra que el presidente puede quedarse sin el Congreso con un chasquido de dedos de quien lo puso en la Presidencia.
Para gobernar el futuro, Alberto necesitaría viajar al pasado y deshacer la corrupción K. Pero como eso no se puede hacer, el cristinismo le está exigiendo que embista a la Justicia en el presente.
Llevado al extremo, es un plan sin salida para el presidente. Lo que Fernández ganaría esquivando el caos de la inflación lo perdería en el caos de una guerra contra la Corte Suprema. Las ventajas de un acuerdo con el FMI para atraer inversiones, por ejemplo, pasarían a significar nada en un país que ahogado en el conflicto político que significaría arrasar con los tribunales.
¿Tiene alternativas el presidente a la extorsión cristinista? Tal vez sí. Las debe estar estudiando en este preciso momento.
La más complicada sería también una bomba: significaría reordenar todas las alianzas de la política argentina. Implicaría que Alberto dé un giro, “traicione” a Cristina e intente gobernar con el respaldo de los gobernadores e intendentes pejotistas que se animen a saltar con él y con el apoyo institucional de la oposición. No en vano el kirchnerismo le exigió ir a la guerra contra Rodríguez Larreta. A Fernández lo obligaron a volar uno de los puentes por los que podía escapar de la disyuntiva en que se encuentra.
La alternativa es seguir en esta parsimonia indefinida y desgastante, día tras día. Hoy, por ejemplo, Fernández no sabe si reconocer o desconocer las elecciones truchas en Venezuela. Vivir en el limbo para siempre no parece una opción.
Es una especie de“momento Mascherano” para Alberto Fernández. Debe decidir si de acá a marzo se convierte en héroe, pero, sobre todo, debe decidir en el héroe de quién va a intentar convertirse.