La quinta pata del gato
16/04/2021 | 12:58 | Se aceleran los contagios. Se acelera la inflación. En ningún caso hay antídotos. El gobierno improvisa con un vacío conceptual y operativo en ambos casos. Y tiene un chivo expiatorio para cada uno.
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Cerramos la semana con una cosa clara. En la Argentina, a diferencia del resto de los países del mundo, enfrentamos no una, sino dos pandemias. Una es la del coronavirus. La otra es la de la inflación.
Las dos se aceleran. Las dos están en una segunda ola. Las dos se disparan. Hipercontagio e hiperinflación. Dos fantasmas que nos dan vuelta. Porque el pronóstico es pésimo.
Del lado del virus, aunque los testeos son mínimos, igual Argentina tiene más contagiados por habitante que Chile, Perú, Uruguay, México, Paraguay, Bolivia o Ecuador. Y se asoma el invierno. Y al fogonazo de 4,8% de inflación de marzo llegamos con el dólar pisado, con precios máximos ya insostenibles, con cepo extremo y con tarifas congeladas. Imaginate sin eso.
Para ninguna de las dos pestes, la del Covid y la de los precios, tenemos antídotos. No hay vacunas porque falló el plan. Y los precios se disparan porque directamente nunca hubo plan.
Todo es doble. Porque el gobierno improvisa con las dos pandemias. Con intensa mediocridad. El presidente anuncia decretos que aún no están escritos. Lanza un cierre de escuelas y un toque de queda en cuya utilidad nadie cree. Excepto el gobernador de Buenos Aires. Axel Kicillof y Cristina Fernández, que están en pánico por las consecuencias electorales de la bomba sanitaria y económica del Conurbano bonaerense. Ese conurbano que el kirchnerismo engordó durante 20 años.
Y, para los precios, los ministros de Alberto Fernández se trasforman en el gabinete de Costa Pobre. El comunicado tras la reunión del jefe de gabinete y los ministros y secretarios de Economía y Producción es patético. Imaginemos a los máximos funcionarios de Chile o Brasil reunidos para ver si el bolsón de verduras que van a vender a 120 o 250 pesos en el Conurbano va a tener tomate perita o tomate redondo. Nunca estuvo tan claro. Es un gobierno berreta que no sabe qué hacer.
Todo es doble. Las culpas también. Frente al virus y frente a los precios, el gobierno culpa a los demás. Sin asesores que le avisen que está ante temas delicados, el presidente señala al tuntún a los médicos relajados, a los alumnos desbarbijados, a los padres charlatanes, a los chicos con discapacidad…
Y sus comisarios políticos, mientras le siguen dando a la maquinita, culpan de la inflación a las empresas. Primitivos, le dan y le dan al mismo botón de siempre y salen a rolete más listas de precios máximos que ya nadie puede cumplir, más intimaciones, más multas, más amenazas de clausuras, más “acuerdos” que no consultaron con nadie. Todo eso no sólo fracasó con estruendo muchas veces en la historia. Ya les fracasó a ellos mismos. Hace más de un año que están con esa cantinela. Y la inflación no baja. Crece.
Aumentan los casos. Aumentan los precios. Las dos pestes ponen en crisis al gobierno. Que sólo atina a mezclarlas a ojo. Emite pesos para financiar el desmadre sanitario. Y el desmadre sanitario es la excusa para seguir emitiendo pesos. Con una única esperanza. Llegar a las elecciones más o menos enteros para salvar al gobierno K de su propio vacío conceptual y operativo y a Cristina Fernández de la Justicia.