Cuarta semana
13/04/2020 | 20:41 | Hay gobernadores que miran con cariño una cuarentena por edades. Y las empresas piden eliminar la burocracia en el reparto de la emisión de dinero.
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Poco a poco se va dibujando un mapa de regiones más proclives a mantener la cuarentena estricta, y otras que empiezan a sugerir, muy por debajo de la mesa para no ser acusadas de despreciar la vida, algún tipo de apertura gradual.
Es lo que explica que en La Rioja sean más papistas que el Papa e impongan una ley seca que no tiene nada que ver con el coronavirus, mientras en Buenos Aires el gobernador Axel Kicillof sugiere rehabilitar la economía en algunos de los 58 municipios del interior bonaerense que no tienen casos de Covid19.
Se entiende: los distritos que siempre han vivido de la plata que les manda cada quincena la Nación y cuyos habitantes dependen más del empleo público y los subsidios, tienen más chances de aguantar el cierre total de la economía que las provincias que dependen de su recaudación propia y cuyos habitantes viven de la actividad privada.
Es algo que apenas está despuntando. Los gobiernos de la zona central del país son más proclives a flexibilizar la cuarentena. Las provincias más periféricas y los intendentes del conurbano bonaerense, que temen una catástrofe en zonas más pobres, prefieren que todo siga congelado.
¿Qué quieren los flexibilizadores? Es llamativa la coincidencia entre lo que tímidamente plantea Kicillof y lo que apenas murmuran funcionarios del gobierno de Córdoba. Kicillof les dijo a sus intendentes que quiere ir a una cuarentena focalizada según regiones, actividades y grupos de edad. En Córdoba, remarcan que es la Nación la que tiene que definir la cuarentena, pero seduce cada vez más la idea de, por ejemplo, una segmentación por edad. Supongamos, que pueda abrir una empresa a la que no vayan a trabajar empleados mayores de 50 años y aplicando estrictos protocolos. Miran a Chile, donde la cuarentena es obligatoria en todo el país sólo para los mayores de 80 años, aunque ese límite de edad les parece demasiado elevado.
Hay otro punto, además, que encrespa al empresariado de toda esta región central, donde el freno de la actividad privada golpea mucho más. Y es el de la ayuda de la Nación. Desde empresarios medianos hasta cuentapropistas en blanco están desconcertados por el farragoso trámite que deben hacer en el colapsado sitio de la Afip para tramitar beneficios que consideran escasos. Les piden infinidad de datos inútiles que Afip y Anses ya tienen. Para estos sectores se agota el tiempo. Antes de que sea tarde, la Nación debería destinar parte de la enorme emisión de dinero en que está incurriendo para depositar una cantidad x de dinero directamente en cada cuenta sueldo de los empleados de las empresas que ya se sabe que hace tres semanas que están cerradas.
El clima general que se puede palpar es que, por ahora, no queda otra que quedarnos en casa y que la Nación debe seguir centralizando las decisiones para que esto no sea un caos. Pero que es imprescindible flexibilizar por ejemplo como lo propone Kicillof y auxiliar con rapidez y sin vueltas al sector formal de la economía privada, que hasta ahora es el único que se está queda afuera del festival de emisión de dinero que está animando la Nación.