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04/06/2020 | 09:07 | El caso Espinoza expone la hipocresía, el doble discurso, las medias verdades y la pobreza argumental del progresismo que escrituró los derechos humanos.
Le tomó 19 días al Secretario de Derechos Humanos de la Mitad de la Argentina, Horacio Pietragalla, decir algo en público sobre el asesinato del peón rural Luis Espinoza a manos de policías tucumanos en ejercicio de sus funciones.
No importó que a Espinoza lo hubieran detenido ilegalmente, matado de un tiro en la espalda con un arma reglamentaria y arrojado a un barranco para ocultarlo. Una desaparición forzada con todas las letras para el estándar progre.
Hasta el traslado oculto del cuerpo de Tucumán a Catamarca recuerda a la dictadura: era el mismo trayecto del Operativo Limpieza con el que en 1977 el dictador tucumano Domingo Bussi trasladó, sin matarlos pero de prepo y violando todos sus derechos, a 25 mendigos que “afeaban” el Jardín de la República para arrojarlos en la provincia vecina.
Tremenda metáfora de la hipérbole K: en 2011, cuando el kirchnerismo ya había escriturado a su nombre los organismos de derechos humanos, el gobierno de Cristina Fernández inició una investigación sobre aquella brutalidad bussista que había sucedido 34 años antes con el fin de iniciar una causa judicial por crímenes de lesa humanidad.
Se confirma una sospecha: es mucho más atractivo el pasado que el presente, cuando no sólo se produce el crimen de Espinoza, sino también abusos de todo tipo en distritos K como Chaco y San Luis.
Los argumentos que ha dado en estos días la militancia cristinista -desde la más simplona a la más encumbrada- van de la mezquindad a la pobreza.
Empecemos por el propio Pietragalla. Entre tantas justificaciones, criticó a quienes lo critican: los acusó de ser “quienes antes defendían la doctrina Chocobar”. Seguramente muchos están en ese grupo. ¿Y? Hay que ser miserable para blandir ese argumento, que no puede deshacer el asesinato de Espinoza.
Otro argumento lamentable para salvar la ropa: dijo Pietragalla que su secretaría ya había contactado a la familia de Espinoza, que era el sostén del hogar, para darle asistencia psicológica y económica.
¡Lo que hubiera dicho el kirchnerismo si el macrismo hubiera querido lavarse las manos diciendo que le había dado a la familia de Santiago Maldonado los cientos de miles de pesos con que efectivamente los asistió el Estado!
Pietragalla también sugirió, encima, que no porque él esté a cargo de la Secretaría de Derechos Humanos la culpa deja de ser del gobierno anterior: “En los últimos cuatro años se hizo más complejo porque, cuando se alimenta políticamente, las fuerzas se sienten habilitadas a actuar de este modo”. Repetiremos lo de siempre: desde 1983, a excepción del mandato de Bussi (1995-1999), en Tucumán sólo gobernó el PJ. En la Nación, de los 36 años de democracia, durante más de 24 gobernó el peronismo.
Otra vergüenza: el silencio del complejo industrial de los derechos humanos. La más lamentable justificación que se escucha es que es un tema de una provincia, que ninguna fuerza federal estuvo involucrada.
Caramba: nadie nos avisó que Tucumán ya no es parte de este país. Está claro que Alberto Fernández no tiene nada que ver. No tengan miedo. No van a tener que criticarlo. La cuestión es el gobernador Juan Manzur. Y su antecesor José Alperovich. En la última década son ellos, grandes aliados de la dueña de la lesa humanidad, Cristina Fernández, los que moldearon a la policía y la Justicia tucumanas.
A otro gobernador, Gerardo Morales, lo han equiparado a dictador porque Milagro Sala, con un debido proceso, jueces naturales y condena firme, cumple prisión domiciliaria en su confortable casa. Han recurrido a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos por esa causa. Han hecho cientos de marchas, visitas de ricos y famosos de la Justicia Legítima, homenajes, premiaciones y películas heroizantes. ¿No les quedó ni para una triste pancarta contra Manzur?
Finalmente, el kirchnerismo intenso no logra rebatir el señalamiento de los opositores que comparan cómo actuaron ellos en el caso Maldonado y cómo no actúan en el caso Espinoza. El uso partidario y electoral que hizo el conglomerado derechohumanista de aquel caso, promoviendo la mentira en sede judicial, la confusión del discurso y la manipulación de la historia, contrasta con el el silbido bajito de hoy.
Los argumentos K son de una pobreza circular. Los más fanáticos se defienden diciendo una verdad (que los policías tucumanos ya fueron separados de la fuerza) y una estupidez resultado de su ceguera (que a los 19 días del crimen de Maldonado los gendarmes seguían en sus puestos).
Siguen pasando por alto el hecho clave: nunca hubo elementos serios y contundentes para condenar a los gendarmes. La justicia investigó: no mataron ni desaparecieron a Maldonado. Es más: la última causa que intentaron revivir fue acusando a los gendarmes de abandono de persona. El abandono de una persona… que huía de ellos.
En serio: reflexionen. Con estos últimos eventos ya directamente podemos decir que han patentado la "hiprogresía", la ideología hipócrita del progresismo cuando se hunde en el doble discurso.
Pero todavía están a tiempo de hacer un esfuerzo y convencernos de que, para ustedes, los derechos humanos pueden llegar a ser también los de Espinoza, y no sólo los que le convengan a su propia facción partidaria e ideológica.