La quinta pata del gato
21/09/2021 | 16:03 | El domingo los K se enteraron de que habían pasado demasiado tiempo dándose manija uno al otro. Y que hacía mucho no tomaban un bondi. De golpe, el barbijo ya no hace falta. Y la "e" tampoco.
Audios
Al final, los políticos “comprometidos con el pueblo” no tenían tantas convicciones. Ni el gobierno de científicos tenía tantas evidencias. Sólo tenían ideología. Y la convicción de que haciéndose los talibanes capaces de encerrar a los díscolos sus imágenes trepaban pum para arriba. Y la certeza de que, con repartirles billetes inflacionarios a los subsidiados, les iba a ir bien en las elecciones. Porque el presidente “los cuidaba”. Eso decía.
Dos veces dejaron a miles de personas varadas durante meses innecesarios en el exterior. Forzaron la quiebra de miles de comercios. Les quitaron dos años de clases reales a los chicos más pobres. Les impidieron trabajar a los padres pobres de esos chicos pobres. Cosas que había que hacer, las hicieron mal. O las prolongaron tanto en el tiempo que fueron más dañinas que la enfermedad. Todo por una mezcla de capricho e ineptitud.
El 20% de fanáticos, muchos conchabados a sueldo del Estado, autopercibidos progresistas junto a la estufita de Netflix, les aplaudían los delirios en los balcones primero, en los vacunatorios después. Mientras todos hablaban, eso sí, con la “e”.
El domingo de las Paso los votos fueron un baldazo de agua fría: se avivaron de que hacía rato habían dejado de entender a la gente común. Habían pasado demasiado tiempo dándose manija unos a otros en Facebook.
Por eso bastaron las elecciones para que, de golpe, todo lo que antes era imprescindible ahora resulte innecesario. El barbijo ya no es obligatorio para que una jubilada tome sol en una plaza. Y no es necesario prohibir sin aviso el aterrizaje de aviones para castigar como traidores a la Patria a quienes tuvieron el tupé de ir a Miami. Ya no es necesario regalarle las escuelas a Ctera para que el sindicato K decida si las clases vuelven o no de una buena vez a la normalidad total. Es más, se viene la sobreactuación: Kicillof ahora quiere que haya clases los sábados y en contraturno.
Así como antes tomaban las medidas por razones demagógicas, ahora toman las contrarias, también por razones demagógicas.
Por eso el cambio trasciende las medidas de la cuarentena, y abarca terrenos más sutiles, donde el kirchnerismo también se encerró en un country con pileta y no tomó nunca más un bondi. El del lenguaje inclusivo es un caso notorio. Desde el domingo, se terminó el uso de la “e”, en la carta de Cristina casi no hay “todos y todas” y al nuevo jefe del Gabinete de Ministros Machotes, Juan Manzur, ni se le cruzó hablar de “barbijos y barbijas” cuando hace un rato dio de baja la obligatoriedad del tapabocas al aire libre.