Default. ¿Quién será el padre de la criatura?

Transición

Próxima pelea del relato: quién es el padre del default

16/11/2019 | 12:17 | Si no cambia algo, Argentina va hacia una cesación hecha y derecha ¿Fernández puede evitarlo pero no quiere? ¿Macri quiere pero no puede?

La “discusión de grieta” sobre si al golpe de Estado lo dio Evo Morales o los militares bolivianos tiene las horas contadas en Argentina. En cuestión de semanas nuestra clase política va a tener que volver a enfrascarse de lleno en otra batalla por imponer un relato. Pero esta vez la composición libre ya no será “Bolivia” sino el default contencioso y abierto de la deuda de la Nación.

Es que, al paso que vamos, nuestros políticos van a fracasar otra vez en generar soluciones racionales y pactadas. Y de nuevo nos tendremos que conformar con el servicio de segunda marca que siempre nos dan: en este caso, será una discusión sobre quién es el padre de la calamidad. Y nosotros, educados en el reflejo condicionado de la frustración, nos alinearemos gustosos a uno u otro lado de esta nueva versión de la grieta.

Informe de la situación

Repasemos. El kirchnerismo dejó un Estado mentiroso e infinanciable, una economía improductiva y distorsionada, un default irresuelto y una deuda baja en los papeles pero con un vagón de pagarés ocultos.

El macrismo no quiso, no supo o no pudo hacer el ajuste de entrada y deja una economía en estanflación, una enorme deuda en dólares con la que cubrió los déficits que no eliminó y un Estado sin crédito.

El default ya se inició. Hasta ahora está limitado a ciertas obligaciones en pesos. Pero más o menos en marzo -ahora hay quienes dicen que puede ser antes- la cesación de pagos se va a extender porque, para entonces, el Estado ya no conseguirá dólares para seguir cancelando vencimientos taca-taca, algo que ningún país del mundo puede hacer por mucho tiempo.

Por eso el tiempo vale oro. Desde las Paso, el ministro de Hacienda, Hernán Lacunza, invitó a quien Alberto Fernández designara a armar un puente financiero con los acreedores conducido por el nuevo gobierno. La invitación se reiteró tras la presidencial, pero el albertismo no las contestó, al menos en público.

El FMI también invitó a Fernández a iniciar una conversación cuando y en los términos en que él definiera. En Washington, que se sepa, sólo se escuchó el "cri-cri" de los grillos.

Finalmente, un Fernández mucho más preocupado en hablar para la tribuna que en adelantar qué piensa hacer aprovechó el resbaladizo conflicto en Bolivia para acusar a Estados Unidos -y a Donald Trump, que le había anticipado su voluntad de colaborar- de respaldar golpes de Estado como en los ’70.

Te esperé bajo la lluvia mil horas

Los bonistas externos que desde hace meses deshojan la margarita, parecieron finalmente convencerse. El riesgo país superó los 2.500 puntos. Los títulos argentinos perdieron 40% de su valor (implica que sus dueños dan por sentado un default con fritas y a caballo). Y los seguros de cambio se pusieron tan caros que los especialistas deducen que un default tiene un 97% de probabilidades de ocurrir.

El razonamiento es el siguiente: Trump debe ayudar a Argentina a convencer al FMI. Y el FMI debe evaluar la sustentabilidad de un acuerdo con los bonistas privados y auditar las cuentas públicas para darle credibilidad. Bajo esas condiciones, un acuerdo amigable con los acreedores privados era posible. Hoy, muchos ya no creen que eso suceda.

Ojalá que llueva café

Es probable que a estas alturas el propio Fernández no quiera eludir el default. Después de todo, un acuerdo con los bonistas lo condenaría a continuar, de una u otra forma, con la austeridad macrista. Y el cristinismo, los gobernadores, el sindicalismo, los industriales proteccionistas y los piqueteros papales que constituyen su alianza no quieren eso. Quieren que sigan lloviendo pesos.

Fernández da la impresión, a esta altura, de que prefiere que el default estalle en toda su dimensión.

Entre enero y octubre, según la Oficina de Presupuesto del Congreso, la Nación pagó en intereses 643 mil millones de pesos. Equivalen a casi 20% del gasto total. Al menos parte del albertismo sin duda debe ver en números como esos eso una enorme oportunidad con la cual desatarle las manos al próximo Presidente.

Basta una cesación de pagos para declarar la fiesta. No importa que gran parte de esos intereses el gobierno se los pague a la propia Anses (que dejaría de recibir esos recursos) o a bancos, empresas y fondos de inversión internos, que con un default sentirían un golpazo que compensaría el efecto-alivio del Fisco.

El default más la emisión de dinero que ya tiene lugar se combinarían en uno de esos fogonazos que la Argentina ha sufrido tantas veces.

Yo quería quererla querer y ella no

Capaz que Fernández tendría el poder para evitar la cesación de pagos. Pero es probable que no tenga la voluntad. Macri casi seguro tiene la voluntad (es su legado el que está en juego) pero es claro que ya no tiene el poder.

Para el gobierno que viene, es muy conveniente partir del subsuelo, siempre que pueda culpar del descenso al gobierno anterior. Y para el gobierno que se va es la peor de las salidas, a menos que logre convencer a la sociedad de la muy compleja idea de que el descenso fue promovido por el gobierno que viene.

Todo indica que, a esta altura, los dos bandos van a terminar trenzados ¡otra vez! en una lucha discursiva por imponer su relato. Porque, lo que es al default, ninguno parece tener las dos cosas que hacen falta para esquivarlo: voluntad y poder.