Representación política
04/12/2019 | 15:53 | Hay cada vez más variantes de borocotismo: el precoz, el contínuo y el trascendente. También hay un borocotismo no ideológico, sino funcional.
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La Argentina debería legalizar un nuevo sistema de representación democrática. Consiste en lo siguiente: que nosotros votemos políticos y les demos un mandato, y que después ellos hagan lo que se les canta. No parece muy ortodoxo, pero la verdad es que ya está funcionando en parte así.
Los ejemplos son numerosos. El más notorio es el de los tres diputados nacionales elegidos en las listas de Cambiemos, que acaban de seguir las huellas de Carlos Borocotó, quien dio origen al verbo borocotizar cuando en 2005 fue elegido diputado por el PRO y luego se pasó sin escalas al kirchnerismo.
Estos tres diputados -de Buenos Aires, Santa Cruz y Tucumán-también acaban de formar un bloque, que va a responder a Sergio Massa. Pero representan varias innovaciones. Primero, son borocotóes precoces: todavía no asumieron y ya traicionaron a sus votantes. Segundo, la de ellos es una borocotización contínua: no se pasaron directamente a los K, así pueden seguir cambiando de careta según convenga. Tercero, su transfugueada será decisiva cuando el Massa la use para que los K tengan mayoría propia en Diputados. Es una especie de borocotización trascendente: las máscaras que adopten estos tipos van a ser más importantes que lo que serían ellos mismos si se se mantuvieran leales a sus votantes.
Otra forma de borocotizar es cuando vos elegís a alguien para un puesto pero él se coloca en otro. Es una borocotización no ideológica, sino funcional.
Esos ejemplos son muy numerosos. Vamos a dar uno: en 2009 los cordobeses eligieron para senador a Ramón Mestre. Tenía que estar en el Senado hasta 2013. Pero en 2011 apareció la oportunidad de la Municipalidad de Córdoba y Mestre ganó la elección. Chau Senado.
Ahora tenemos algo parecido, pero que también viene con una innovación. A Martín Llaryora lo elegimos diputado en 2017. Tenía que quedarse allí hasta 2021. Pero también pintó la Municipalidad de Córdoba, y aunque él siempre vivió en San Francisco, nuestra laxitud institucional igual le permitió candidatearse. Y ganó. Así que tampoco va a cumplir su mandato legislativo, como Mestre.
Pero, acá viene la innovación. Estamos ante un caso flamante de borocotización funcional acumulativa. Porque, ¿quién es el suplente que debe reemplazar a Llaryora en Diputados? Daniel Passerini, que integraba la misma lista en 2017 y había quedado afuera. Pero Passerini tampoco va a poder cumplir lo que le dijeron los votantes aquella vez. ¿Por qué? Bueno, porque ahora Passerini fue elegido, como segundo de Llaryora, viceintendente de Córdoba. Es un embotellamiento, un atasco de borocotóes funcionales.
Es raro. Cuanto más votamos, sobre todo, desde que se instauraron las Paso y la eventualidad del balotaje, menos cumplen el mandato los políticos a los que elegimos. Tal vez, como dice mi amigo y colega Federico Albarenque, podríamos ahorrarnos unos mangos votando cada 10 años y onda al por mayor. Elegimos, ponéle, a 100 borocotóes para una década, y que ellos después vayan viendo y le vayan dando, votando como se les ocurra y cumpliendo sus mandatos según vaya pintando.