Política esquina economía
29/08/2019 | 06:24 | Macri pierde su última bandera: haber resuelto la cesación de pagos iniciada en 2001. El kirchnerismo, obligado a ser parte de la decisión en el Congreso. Todo lo que pidió Fernández, concedido.
Adrián Simioni
Al borde del descalabro, Mauricio Macri puso ayer toda la carne en el asador para poder cumplir lo que será el mayor mérito de su gobierno: terminarlo con un mínimo orden. No tenía más margen. Los mercados seguían en el tembladeral pese al cambio de nombres y a la venta de reservas para contener el dólar. El probable futuro presidente, Alberto Fernández, se mantenía a kilómetros de distancia de cada intento estabilizador, restando así credibilidad a cualquier iniciativa. El FMI demoraba sin fecha cualquier definición sobre el envío de fondos para cubrir vencimientos.
Cuando ayer el Ministerio de Hacienda tuvo que declarar desierta una renovación de letras (bonos) las definiciones se aceleraron. Sin un mínimo de renovaciones de vencimientos de deuda, las reservas del Central no iban a alcanzar para cancelar esas deudas del Estado, para vender dólares cosa de atajar el aumento de la divisa y para darles a los bancos los dólares que los depositantes en plazos fijos habían comenzado a retirar por miedo.
Entonces se anunció lo que se anunció. Hoy será el gran test. La tensión seguramente se prolongará varios días porque algunas medidas irán al Congreso. Versiones no confirmadas indicaban anoche que los anuncios fueron previamente conocidos y hasta avalados por Alberto Fernández.
Desde default selectivo hasta “negociemos”
Las medidas son una mezcla de default selectivo parcial y reperfilamiento de plazos. Hay cuatro pagarés (Letes, Lecap, Lecer y Leliq) del gobierno que se pagarán en tiempo y forma pero sólo si los tenedores son individuos o empresas. Si son bancos, aseguradoras y demás, van a cobrar todo lo que les corresponde, pero en pagos prorrogados hasta seis meses. Eso es un default selectivo, ya que se incumple un aspecto del contrato. Esto se hará por Decreto de Necesidad y Urgencia, que el Congreso puede voltear.
Para el resto de la deuda del Estado emitida bajo legislación argentina, se enviará un proyecto al Congreso para que los legisladores ordenen una refinanciación que tampoco tendrá quita, pero que estirará los plazos.
En cuanto a los bonos emitidos bajo legislación extranjera se propondrá un canje voluntario sin quita de intereses ni capital. Esto será voluntario. Los especialistas dicen que puede funcionar porque los bonos argentinos ya valen en promedio 50% de su valor nominal, porque se descontaba algún tipo de default. Un canje que despeje la incertidumbre puede llevar esos bonos a, supongamos, un 60% de su valor. Para el actual tenedor, ese mal arreglo significa una mejora del 20% en su capital.
Además, el ministro Hernán Lacunza dijo que ya le propuso al Fondo Monetario Internacional (FMI) reperfilar los vencimientos con el organismo a partir de 2021.
Macri, el trabajo sucio
Para Macri significa entregar una de sus últimas banderas. Había prometido al iniciar su presidencia que bajaría la inflación. No lo logró. Su gran medalla para exhibir era haber sacado a la Argentina del default. Y con los anuncios de anoche la acaba de perder.
Le queda el mérito de haber recuperado el autoabastecimiento energético y de haber casi eliminado, ya al final de su mandato, el déficit fiscal primario, y de haber recuperado el superávit comercial. Son cosas importantísimas. Pero no van a ser nunca objeto de reconocimiento popular.
Con todo esto, Macri ha sacrificado casi todo su capital político restante. Le deja hecho o iniciado a su eventual sucesor, Alberto Fernández, todo lo que éste le había pedido para ahorrarse costos políticos: una devaluación ya hecha (dólar a $60), un acuerdo con el FMI ya caído y en renegociación (Fernández seguro influirá en la renegociación sin haber tenido que voltearlo) y una reestructuración parcial y aún incierta de la deuda sin que él, Fernández, haya tenido que declarar un default.
Fernández, pantalones largos
La jugada de ayer también tiene su mérito: mete al kirchnerismo en el corral del compromiso sin estridencias. Si no está de acuerdo, el peronismo puede voltear el DNU que demora el pago de las Lecap. Y a la reestructuración de la deuda pública bajo legislación nacional no va a poder esquivarla en el Congreso.
Los diputados y senadores peronistas van a tener que ponerse los pantalones largos. Cualquier cosa que decidan, la tendrá que afrontar Fernández si, como parece, termina siendo el Presidente.