Política esquina Economía
08/03/2024 | 14:16
Redacción Cadena 3
Adrián Simioni
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Bancos argentinos: con la inflación estábamos mejor
Hoy se confirmó el anticipo de la periodista Florencia Donovan de que Banco Galicia –el tercer banco más grande del país y el mayor de capitales privados nacionales- está interesado en comprar HSBC, el cuarto banco más grande de capitales internacionales.
Hasta ahí, una mera noticia de negocios. Pero estas cosas siempre reflejan tendencias, una situación particular. Sobre todo porque noviembre ya se fue el brasileño Itaú (lo compró Macro, otro banco nacional)
Por empezar, los bancos argentinos están ante una crisis. Hasta hoy se adaptaron al modelo de inflación transformándose en meros oficinistas del Banco Central. El Central les fijaba la tasa de interés que tenían que pagar por los depósitos a plazo fijo en pesos y ellos se daban la vuelta y le prestaban esa plata al Banco Central a esa tasa más un rendimiento extra. Negocio asegurado. No existe en ningún lugar del mundo.
Se transformaron en la Unión de Bancos Socialistas Soviéticos de la Argentina, un país donde la inflación descarta cualquier posibilidad de prestarle a ningún sector privado.
Eso les permitió ganar muchísima plata. En pesos ajustados por inflación. El año pasado por ejemplo ganaron el equivalente a más de un cuarto de su patrimonio. Es como si tenés un departamento que vale 100 mil dólares y con los alquileres, después de pagar impuestos y servicios, ganás 27 mil dólares en el año. A cambio de eso aceptaban no echar ni un solo empleado ni cerrar una sola sucursal. Y tampoco invertían. En los últimos 20 años el sistema bancario argentino se atrasó, en un modelo que siguió incentivando la economía en negro y por ende sin crédito. ¿Qué sentido tiene invertir si no se pueden ahorrar salarios ni se pueden brindar servicios financieros?
Pero así ganaban plata ¿Y entonces por qué se van? Bueno, por empezar los bancos ganaban plata en esa intermediación. Pero sus acciones, sus capitales, fueron valiendo cada vez menos en dólares, como todo el país. Es el efecto ineludible de la devaluación. Una acción de un banco nacional que en 2018 valía 70 dólares en diciembre valía 12. Sí, en el día a día hacías una diferencia, pero te fuiste comiendo el capital.
Y el último problema es el futuro. En el cortísimo plazo y en el largo también. Por un lado, nadie sabe bien qué reemplazará a la Unión de Bancos Socialistas Soviéticos. Qué lugar tendrán los bancos en esta economía si Milei logra terminar con el Estado deficitario que se come todo el crédito y con la inflación. Van a tener que salir a buscar un privado al cuál prestarle, algo que no hacen desde hace 25 años.
Por otro lado, la Argentina en estos 20 años descendió un escalón tecnológico importante en todos los rubros. Es difícil darnos cuenta. Tal vez sirva una analogía. La industria automotriz argentina, por ejemplo, está destinada a quedarse con la vieja industria del motor a combustión, mientras el mundo desarrollado y China vira al auto eléctrico. Vamos a ir quedando al margen de esa tecnología porque no tenemos ni la infraestructura ni la energía renovable necesaria para que tenga sentido el auto eléctrico.
En los bancos pasa algo parecido. En el mundo desarrollado la tecnología financiera trepida. Por dar un ejemplo muy menor, la inteligencia artificial y el BigData se usa cada vez más para robotizar la tarea de encontrar a quién prestarle dinero. Sacar un préstamo ya es más fácil que pedir comida al delivery, mientras en Argentina ni siquiera existe un mercado de cédulas hipotecarias. Difícil hacer algo así en una economía donde el 40% de las personas que trabajan ni siquiera tienen declarados sus ingresos. Es como andar en un Tesla en las zonas rojas de Rosario. Si te afanan el corsita, imaginate lo que puede pasar con un Tesla.
Salir de todo esto, modernizar la Argentina, pasar de ordeñar el Estado inflacionario a transformarnos en una sociedad productiva que trabaja de verdad, va a ser un camino largo siempre que además, esta vez la emboquemos. Y para la banca mundial que está en la punta del viento no tiene mucho sentido quedarse en un parque temático de las finanzas que vaya a saber cuándo podrá abandonar el siglo pasado. Por eso los compran los bancos nacionales, que no tienen dónde ir.
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