Política esquina Economía
15/07/2024 | 12:58
Redacción Cadena 3
Adrián Simioni
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De USA a la Argentina: partidos políticos, se necesitan
Estaríamos hablando de otra cosa si el sábado el expresidente Donald Trump no hubiera girado su cabeza medio centímetro. El mundo estaría en shock. Esa esa la fragilidad, la incerteza en la que vivimos, paradójicamente, en un mundo que nunca fue tan próspero y donde nunca fueron tan fáciles las cosas, desde extender la expectativa de vida de la población mundial en 1,6 meses todos los años hasta poner comida todos los días en la mesa de 8.000 millones de personas.
¿Cómo es posible que la cuna de la democracia capitalista haya quedado atrapada entre un señor claramente senil y otro claramente sacado como posibles presidentes? Si hay una responsabilidad primaria, es la de sus partidos políticos. Es insólito que el Partido Demócrata no haya podido gestar un candidato mejor que Joe Biden. Pero es miseria política que lo hayan nominado sólo porque creyeron que era el único con el que podían retener el poder. El poder a cualquier costo, se llama.
Igual incapacidad mostró el Partido Republicano, incapaz de gestar una alternativa a la violencia discursiva y a la mentira inescrupulosa de Donald Trump. El poder a cualquier costo, se llama.
Los dos terminaron metiendo a la sociedad estadounidense en un clima de violencia exacerbada, donde los tipos con capacidad de apretar el botón rojo están a tiro de bala de desquiciados o no pueden parar de desvariar en público una y otra vez.
No pasa sólo en Estados Unidos. Podemos mirarnos el pupo y ver algo muy parecido. Durante 20 años de modelo K –que no pudo ser desactivado durante la breve interrupción de Macri- Cristina y sus repetidores fueron incapaces de tener un mínimo gesto de honestidad intelectual. De reconocer en público lo que saben en privado. Por ejemplo, que emitir pesos truchos constantemente lleva a la megainflación. Fueron incapaces de dejar de lado su deseo irrefrenable de “ir por todo”, de imponer una idea totalitaria (encima errada) en lugar de buscar un consenso honesto con el resto de la sociedad política. 20 años dilapidados en una megalomanía autocelebratoria en lugar de honrar el reconocimiento de la realidad.
Gestaron lo que gestaron. La oposición tampoco supo, quiso o pudo construir una alternativa civilizada. Y la sociedad sólo encontró como vehículo para su expresión a un francotirador solitario, Javier Milei, que hoy debería dejar de lado su violencia verbal y su agresividad, pero que tampoco puede dejar de hacerlo porque delante de él sigue estando esa oposición mayoritaria, que controla provincias, el Congreso, grandes porciones de la Justicia y corporaciones sindicales y empresarias y que, con todo cinismo, sigue negándose a reconocer en público que llueve de arriba hacia abajo.
La miseria política se paga al final, casi siempre, con algún tipo de violencia. Una violencia cuya supresión, se supone, es el mayor objetivo de nuestros partidos políticos; se supone que ellos existen para que podamos convivir sin matarnos entre nosotros. Este es el déficit. Honestidad para reconocer la realidad y capacidad para actuar en consecuencia.
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