Política esquina Economía
17/02/2022 | 13:16 | Por Adrián Simioni.
Adrián Simioni
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Dos tipos cancheros en Nueva York
Acompáñenme a que les cuente esta triste historia. En 2007 el gobierno de Néstor Kirchner intervino el Indec. La inflación había reaparecido y había que empezar a distorsionarla. Luego de un par de años, con el Indec bajo control de Guillermo Moreno, el dato terminó siendo un dibujo, una mentira, al punto de que el Banco Mundial dejó de tomarlo en cuenta.
Moreno era por entonces el más canchero en el podio de los funcionarios picantes. Bravuconeaba a cualquiera. Desmerecía toda crítica con gestos de macho alfa. Para sus admiradores era un patriota, además, porque, cuando el Indec dibujaba para abajo la inflación no sólo le ahorraba un disgusto al jefe: también hacía que el gobierno tuviera que pagar menos intereses en la deuda en pesos atada al CER, o sea a la inflación.
Claro que los cráneos no se percataron de un problema. La canchereada K en el Indec implicaba exagerar el crecimiento del PBI. Si un año mi PBI mide 100, al otro año mide 130 pero yo tuve una inflación de 15, tengo que descontar la inflación y entonces el crecimiento real del PBI es de 15%. Pero si yo digo que no tengo inflación, entonces en los papeles el PBI pasa de 100 a 130 y el crecimiento es de 30%.
¿Cuál era el problema? Bueno, que la Argentina, porque así lo había exigido Néstor Kirchner en el canje, también tenía deuda en dólares atada al PBI: cuanto más crecía la economía más intereses pagaba el Estado. Entonces, con el PBI sobreestimado, el Estado podía terminar pagando intereses en dólares aunque la economía creciera menos que lo que se publicaba.
En 2014, con otro argentino carteludo en el Ministerio de Economía, Axel Kicillof, se hizo que el Indec cambiara la forma de calcular el PBI. Hasta el gobierno venía pronosticando un crecimiento para 2013 mayor al 4%, con lo que se gatillaba el pago de intereses atados al PBI. Pero al cambiarse el método se terminó pronosticando un 2,8%, con lo que no se gatillaba la cláusula. Los acreedores no cobraron nada.
El problema es que los acreedores externos de la Argentina no se dedican a la viveza criolla, pero no son tontos. Entonces fueron a la Justicia estadounidense diciendo que un gobierno que alteraba ostensiblemente la inflación y de golpe cambiaba la medición del PBI era sospechoso, ya no era creíble; y que, para ellos, había modificado la medición simplemente para no pagarles.
Los que fueron a reclamar originalmente demandaban unos 210 millones de dólares. Pero ayer la jueza de Nueva York que lleva el caso decidió que otros acreedores podrán sumarse a la misma demanda. Así lo contó ayer el especialista Sebastián Maril, que sigue puntillosamente este y otros casos. Dicen que así, el monto demandado a la Argentina podría pasar de 210 millones a 1.200 millones de dólares.
Es el costo eventual que pueden tener las avivadas. Si alguna vez llega, la factura caerá muchos años después. Pero no la pagarán los bananas nuestros que se las saben todas.
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