Política esquina economía
30/06/2022 | 14:28 |
Redacción Cadena 3
Adrián Simioni
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El presidente desleal
Pobre Alberto Fernández. Cada vez que adula a Cristina Fernández para que esta no abandone del todo el barco, le corren al arco. Por ejemplo: ayer Alberto fue a Jujuy a violentar al mismo tiempo la autonomía jujeña y la división de poderes para presionar por la libertad de Milagro Sala. Algo típico del santoral K, que le servía al presidente para quedar bien con el progresismo mientras le da aire a Martín Guzmán para ejecutar el acuerdo con el FMI.
Le sirvió de poco: menos de 24 horas después el vocero de Cristina y vicejefe de La Cámpora, Andrés el Cuervo Larroque, dijo que todo muy lindo con Milagro, pero que "la fase de la moderación" que Alberto encarna "está agotada" y que la única capaz de encarar lo que viene es Cristina. Como si la vice fuera una especie de Mao Zedong lista para desencadenar la revolución cultural china.
La desesperación de Alberto por mantener atada a Cristina al mástil del barco en medio de la tormenta lo lleva, además, a despreciar en niveles incomprensibles a la oposición. Pisotea opositores para mendigar un amor que Cristina jamás le va a dar.
Lo hizo ayer con dos declaraciones vergonzosas. Les dedicó una frase tan falsa como autoritaria: "No les pido que me ayuden, sino que se callen". ¿Quién se cree que es el presidente para andar callando a nadie? Pero, además, los únicos que lo ayudan son los opositores. Si no fuera por la oposición, hoy estaría en default hasta con el FMI. Los opositores ni siquiera han criticado el tarifazo de Guzmán que los cristinistas le boicotean. Son los cristinistas, no los opositores, los demagogos que fogonean leyes para multiplicar el déficit que Guzmán debe bajar.
Dijo algo peor, el presidente. Acusó a los opositores de estar "buscando un golpe de mercado". Pero la que provoca terremotos financieros con sus declaraciones es la vice. Es destituyente, como dirían los K. Como pasó el jueves, cuando Cristina dijo que hay un "festival de importaciones" y terminó forzando una devaluación de hecho del peso.
El presidente lo sabe, no es tonto. Pero no le queda otra que ofrendarle todo a Cristina a cambio de que la vice le siga prestando el nombre a su gobierno. Alberto ni siquiera tiene margen para comportarse con nobleza con una oposición leal.
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