Política esquina economía
23/09/2024 | 14:11
Redacción Cadena 3
Adrián Simioni
Audios
¿El problema que viene será el desempleo?
Varias encuestas lo venían mostrando en forma incipiente: a muchos argentinos les preocupa cada vez menos la inflación y cada vez más el desempleo. Y este fin de semana una encuesta de Poliarquía lo exhibió con más claridad.
Ahora, el miedo a perder el trabajo encabeza la lista de preocupaciones. Para el 18% de los consultados, es el mayor temor. Mientras que la inflación pasa al segundo lugar de preocupación, con el 14%. En tercer lugar están los bajos salarios, con el 7%, que es un temor que tiene que ver tanto con el desempleo como con la inflación.
La intuición no es errada. Primero, porque eso ya nos pasó: en los 90, cuando la inflación se frenó en base a una ley de convertibilidad que terminó con un dólar artificialmente barato, la tasa de desempleo subió hasta el récord visto en Argentina: 18,3%.
Segundo, porque en la teoría económica keynesiana hay una relación entre ambas cosas: cuando hay una recesión, desempleo y bajos salarios, el manual tradicional recomienda que los gobiernos gasten más y los bancos centrales metan más dinero en la calle así se incentiva la actividad económica y el empleo. Y, al revés, que cuando hay mucha inflación se gaste menos y se restrinja la cantidad de dinero para que todos cuidemos más el mango y los precios dejen de bajar. El tema es que eso enfría la actividad y el mercado laboral.
El tema es que en Argentina los manuales sólo funcionan a veces. Después de tantos años de déficit y emisión de dinero, la Argentina lo siguió haciendo pero durante 10 años la economía se estancó, el desempleo no subió pero se precarizó cada vez más y los salarios perdieron tanto que aún los empleados con trabajos en blanco se transformaron en pobres.
Ahora el gobierno de Milei tiene una única política de Estado: frenar de una vez la inflación que se había hecho insoportable. Y eso repercute en el mercado laboral de muchas formas. Por ejemplo, para bajar el gasto la Nación elimina empleos públicos. Las provincias, que ven bajar la recauación, ponen por ejemplo, un presentismo docente, lo cual hace que contraten menos maestros suplentes. Se cortan planes que funcionaban como subsidios a actividades precarias: un cartonero complementaba su actividad con un subsidio, ahora su trabajo puede no ser suficiente.
Pero no sólo eso: un régimen inflacionario termina por no tener precios. Y permite mantener empleos que de otra forma no son viables. Por ejemplo, la inflación, por lo menos al principio, permite a muchos negocios remarcar sus precios mientras los salarios que paga a sus empleados se achican. Entonces ese negocio puede mantener empleos. Sin inflación, eso se revierte: no se puede trasladar todo a precios y el empresario tiene que empezar a racionalizar gastos, el de personal entre ellos.
Y en Argentina tenemos otra hipoteca acumulada: el proteccionismo histórico de muchísimos sectores, que nos ha dejado con amplios sectores raquíticos, minúsculos, poco competitivos. Funcionan sólo si pueden pagar salarios muy bajos en dólares, licuados por la inflación. Cuando los salarios reales suben por la desaparición de la inflación, quedan fuera de carrera.
En el fondo, Argentina enfrenta después de tantas décadas de inflación, falta de inversiones y pérdida de productividad, la necesidad de reconvertirse. Esto significa transformar millones de empleos que sólo pueden existir con los bajísimos salarios que garantiza la inflación en empleos en sectores competitivos que puedan competir pagando los salarios más altos de un país sin inflación. Por eso es tan importante dar garantías a los inversores y adaptar las leyes laborales para que el mercado laboral pueda adaptarse a una nueva realidad.
Te puede Interesar