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16/07/2021 | 14:19 |
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El sueño de pertenecer a la casta estatal
La barbarie se extiende en el Gran Buenos Aires. Ayer, por ejemplo, por tercera semana consecutiva, empleados de empresas de seguridad cortaron por horas vías férreas del sur del Amba. Eso enardeció a miles de pasajeros varados que arrancaron las rejas cerradas de la estación Constitución.
El reclamo de los que cortaban las vías es irracional. Son empleados de empresas privadas que le prestan el servicio de seguridad a una empresa estatal: Trenes Argentinos.
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Y exigen pasar a ser empleados estatales de Trenes Argentinos. Dicen que son “tercerizados”, pero no lo son. Sólo quieren dejar de ser privados y ser estatales.
Es como si los empleados que trabajan para las empresas que tapan baches en la Ciudad de Córdoba cortaran Colón y General Paz -un día entero porque se les ocurre que tienen que ser empleados municipales.
Es una irracionalidad total. Lo han remarcado con razón las autoridades de Trenes Argentinos designadas por el gobierno de Alberto Fernández. Que hicieron la denuncia judicial a ver si algún fiscal se despierta.
Pero, claro, el gobierno no tiene los calzones muy limpios. En primer lugar, porque cuando los camioneros de Hugo Moyano hacen lo mismo con empresas privadas el gobierno de Alberto Fernández avala con su silencio. Igual que cuando alguna facción de la Uocra bloquea los puertos por problemas con una contratista y no con las empresas portuarias, que no tienen nada que ver.
En segundo lugar, los gobiernos argentinos tienen los calzones sucios por algo mucho más importante. Luego de tantas décadas de engordar el Estado, darle todo tipo de privilegios y ahogar al sector privado, trabajar en forma privada en Argentina se ha transformado en una enorme desventaja. Los salarios son más bajos y las exigencias de productividad son mayores. Hay que trabajar, porque si no la empresa privada quiebra.
En cambio, en el Estado, por lo general trabajar en serio queda librado a la vocación del empleado estatal. El que no quiere hacer nada, puede no hacer nada. Y gozan de sueldos, licencias, descansos y privilegios que en el mundo privado, no se pueden financiar. Total, si el Estado no cumple objetivos o gasta mucho más de lo necesario, no hay problemas: para eso están los subsidios, la plata de los impuestos, que se cargan sobre el lomo de las empresas privadas y sus empleados.
El caso de los trenes estatales es grotesco. En lo que va del año recibieron subsidios -o sea dinero por encima de lo que les ingresa por boletos y pasajes- por 7.200 millones de pesos al mes, sobre todo para pagar sueldos. Para darse una idea, el presupuesto total de la Municipalidad de Córdoba es de 5.100 millones al mes.
Los trenes estatales son un bolsón opaco, un monumento al gasto desorbitado y la ineficiencia; 30 veces peor incluso que Aerolíneas Argentinas (recibe 30 veces más subsidios), sólo que sin prensa. Nadie les presta atención.
Es lógico que los empleados de empresas privadas, que tienen condiciones laborales que se acercan cada vez más a las de Zambia, quieran pasarse al paraíso estatal, donde rigen las reglas de Suecia y ni siquiera te exigen que trabajes. Es esa desigualdad extrema que privilegia a la infinanciable casta estatal lo que está en la base del problema.
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