Política esquina economía
01/10/2019 | 07:16 | La cantidad de pobres volvió a los niveles de 2008, cuando el kirchnerismo empezó a multiplicar los subsidios sociales. Hoy hay más planes que entonces. Y no hay con qué pagarlos.
Adrián Simioni
El Indec no miente. Ahora, no miente. Y ayer dijo que el objetivo central que había definido Mauricio Macri para su gobierno (reducir la pobreza hasta llegar alguna vez a la pobreza cero) no se cumplió. Hubo cambios metodológicos y un bache en la medición oficial que dejó de dar el número en 2013, pero la Universidad Católica Argentina (UCA) estimó que a fin de 2015, cuando Macri asumió, la pobreza rondaba el 29% de la población. Indec dice que en el primer semestre del año ese nivel fue de 35,4%. La pobreza no bajó. Subió.
Para algunos especialistas que tratan de sortear el bache estadístico y los cambios de metodología, es el nivel de pobreza más alto desde 2007 o 2008.
La pregunta es, entonces, ¿cómo va a hacer la sociedad argentina para hacer mejorar este indicador básico y elemental?
Hay una cosa que no es tan autoevidente. Y es que ya no parecen quedar más remedios de los que tradicionalmente aplicó la Argentina desde la crisis de 2001 para reducir la pobreza.
De hecho, desde 2008 la pobreza siguió bajando -de aquellos niveles que eran iguales a los de hoy- a fuerza de múltiples subsidios: los subsidios a los servicios públicos (que beneficiaban a la población urbana, rica o pobre, que es la que mide Indec), las jubilaciones otorgadas sin aportes a partir de ese año, la Asignación Universal por Hijo y los subsidios a piqueteros, además de una maraña de planes provinciales y municipales que nunca dejaron de multiplicarse.
Hoy, los problemas son dos.
Más subsidios que nunca
El primero, ese que todo eso no sólo sigue en pie (a excepción de los subsidios a los servicios públicos, parcialmente eliminados) sino que se multiplicó: nunca hubo tantos jubilados sin aportes, ni tantos chicos con AUH, ni tantos piqueteros subsidiados supuestamente trabajando en cooperativas ni tanto desparramo de planes provinciales y municipales. Sin embargo, la pobreza volvió a los niveles de 2008. A los niveles de cuando NO había nada de todo aquello.
Menos plata que nunca
El segundo problema, es que en 2008 el Estado tenía recursos para afrontar esos gastos. Estaba en default y por lo tanto no tenía que pagar deudas. Aún no tenía que gastar fortunas importando combustibles porque todavía no había destruido la industria energética. Y disfrutaba el boom de la soja y los commodities.
Cristina Fernández había heredado superávit fiscal y superávit comercial. Con todo eso podía darse el lujo de lanzar la parafernalia de subsidios.
La baja de la pobreza a fuerza de subsidios se dio hasta 2012, cuando esos dos superávits ya se habían convertido en déficits y, por ende, la inflación reapareció con todas sus fuerzas.
No en vano, desde mediados de 2013, la felicidad estadística kirchnerista (que se había empezado a mentir en 2007) directamente dejó de publicarse porque ya les daba vergüenza a ellos mismos. Por eso el hueco de datos que hay entre ese año y el 2016. No había que “estigmatizar” a los pobres, diría Axel Kicillof.
Hoy, el Estado todavía está en déficit pese al ajuste de los últimos años.
La máquina no sirve
Los dos datos juntos dicen lo siguiente: la asistencia social a los pobres nunca fue tan alta, el Estado tiene menos recursos que nunca para bancarla y la pobreza en lugar de bajar, sube.
Una conclusión posible: cuando un Estado quiere gastar lo que no tiene para reducir la pobreza, termina generando más pobreza que la que supuestamente logra aplacar.
Un par de cosas quedan claras: desde hace ya demasiados años la sociedad argentina no para de generar pobres; los remedios que intentó hasta ahora no sirven para bajarla; y ya hace rato que no logra financiar genuinamente los recursos multimillonarios que malgasta en reducir algo que en lugar de achicarse, crece.
El tablero de comando de las políticas sociales de la Nación, las provincias y los municipios no funciona hace rato. La máquina de reducir la pobreza no anda, si es que alguna vez anduvo. Nunca fue tan evidente. Y nunca fue tan evidente que hay que cambiar todo.