Política esquina economía
03/09/2019 | 06:56 | Macri hizo “detodounpoquismo”: se hunde el salario en dólares, el default libera Fisco y vuelve el intervencionismo a la economía. El que venga tendrá mucho más margen de maniobra.
Adrián Simioni
Argentina no pudo con su historia. Y la repitió. El último intento por ajustar por las buenas un Estado y una economía que acumula distorsiones durante décadas acaba de caer fulminado. Mauricio Macri tuvo dos balazos. Buscó hacerlo con el gradualismo y fracasó. Y luego, con los hechos consumados, buscó cruzar el río con auxilio del FMI y también fracasó.
El resultado es que hay un ajuste a medio hacer que probablemente quede abortado. El resultado de las Paso le sacó el banquito al gobierno y Alberto Fernández, empoderado por las elecciones, ni siquiera disimuló los empujones que le fue dando.
Ya sin poder, porque todos creen que el 10 de diciembre su mandato se termina, Macri no logró sostener su programa. Y tuvo que ceder todo. En las últimas tres semanas, su política económica trocó a un “detodounpoquismo” que contradice todo lo hecho hasta ahora: devaluación que llevó a un dólar mucho más caro que el tipo de cambio de equilibrio, controles de cambio con dólares a dedo para distintos sectores económicos, default selectivo, fijación de precios que anticipan nuevos subsidios y una licuación de pesos en marcha que se expresará en mayor inflación.
Los sospechosos de siempre
Todo esto relajará al futuro nuevo presidente, que ahora podrá abrir y cerrar grifos para llevar a la Argentina a cualquier lado menos a la conclusión de los reajustes que el país viene esquivando desde hace décadas. Esos reajustes los había iniciado Macri y pueden sintetizarse en dos grandes áreas:
1- El ajuste fiscal de un estado nacional, provincial y municipal y de un sistema de seguridad social desmesurados, ineficientes y parasitarios.
2- Y la reconversión de una economía plagada de sectores que nunca tuvieron futuro y que sólo existieron gracias a los subsidios de los sectores viables, como la agroindustria, que a su vez nunca pudieron expandirse precisamente porque les colgaron ese collar de trenes.
El negocio de tirar baldes de nafta
A cada baldazo de nafta que echó Fernández, Macri tuvo que responder haciéndole el trabajo sucio que Fernández no querría hacer si llega a ser presidente pero que va a poder disfrutar como ninguno.
Fernández dijo que el dólar estaba subvaluado y allá salió una bruta devaluación del 30%. Festejan los grupos más atrasados de la Unión Industrial Argentina. Fernández dijo que había que desdolarizar tarifas y allá salió un Decreto de Necesidad y Urgencia para congelar el precio de los combustibles líquidos y el gas. Fernández habló de que Argentina estaba en un default de hecho y ahí apareció Lacunza a reprogramar vencimientos. Fernández habló de fuga de capitales y en menos de una semana Argentina repuso una nueva variante del mismo control de cambios con el que convivió la mayor parte de su vida desde 1930 hasta hoy, con un éxito rotundo, como queda a la vista.
Si Fernández es presidente va a gobernar sobre sueldos que habrán sido diezmados otra vez por la nueva devaluación, pero él no tendrá la culpa. Bajos salarios privados ayudan a conseguir dólares exportando y a ahorrarlos importando menos. Eso sí: los salarios estatales y jubilaciones -que son las impagables- seguirán actualizándose por inflación en forma mucho más acelerada que los salarios privados. Ni hablar del empleo en negro. Como siempre. La estatal es la corporación más sagrada e intocable del país.
Si Fernández es elegido va a gobernar otra vez sobre una industria energética parcialmente reconstruida luego de que Macri pagara el costo político de reconocer esos precios. Ahora Fernández podrá durante un tiempo volver a congelar tarifas. No se va a cortar la luz. E incluso podrá decir sin mentir que es una herencia que le dejó Macri con el DNU de la semana pasada.
Si Fernández es presidente va a poder sentarse a remolonear con los acreedores internos y externos, en dólares y en pesos, bajo ley nacional o extranjera: el responsable será Macri. El beneficiario será él: la reducción del pago de intereses y capital afloja la soga al cuello del gasto público improductivo y clientelar.
Y si durante un tiempo faltan dólares (o si el Estado prefiere monopolizarlos o repartirlos digitando permisos para importar, pagar deudas o girar dividendos, como hizo el cristinismo) Fernández podrá mantener el minicepo de Macri o incluso agravarlo. Será culpa de Macri para siempre.
Un Duhalde para el que venga
En el fondo, es un panorama parecido en algunos aspectos al que Eduardo Duhalde les dejó servidos en 2003 a Néstor Kirchner y a su entonces jefe de Gabinete, Alberto Fernández. Casi superávits gemelos, altas dosis de intervención en la economía, impuestos al palo potenciados por el impuesto inflacionario, salarios bajísimos en dólares, un default por el que no había que pagar intereses y luces y hornallas que todavía se encendían porque alguien había hecho inversiones los años previos.
El plan Fernández salió prácticamente a pedir de boca. Habrá que ver qué hace él con semejante oportunidad si es que es presidente.