Política esquina Economía
05/07/2021 | 14:03 |
Adrián Simioni
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En busca del capitalista amigo
Alberto Fernández, con libreto del Instituto Patria, está llevando a la Argentina cada vez más lejos de la economía de mercado y competitiva.
Desde hace un año y medio sus burócratas deciden o pretenden decidir si las empresas pueden o no despedir empleados, cuánto debe pagarse por la TV por cable, quiénes van a exportar carne y quiénes no y cuál debe ser el precio del arroz, qué empresas aéreas deben irse para no molestar a Aerolíneas Argentinas. Incluso le entrega plata de los impuestos a YPF, cuyos propietarios, en un 49%, son privados, mientras a las demás petroleras les cobra impuestos.
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Estos son apenas unos poquísimos ejemplos que se han repetido una y otra vez en los últimos 70 años de decadencia argentina.
Este capitalismo de amigos necesita justamente amigos. Capital no tanto. Por que en general no hay inversiones significativas en estos entornos donde no es necesario competir. En cambio, los amigos son fundamentales. Como los empresarios del grupo Esquenazi a los que Néstor Kirchner les hizo entregar acciones de Repsol. Como Lázaro Báez, como Cristóbal López, como tantos.
La búsqueda de amigos es incesante. A veces parece tener éxito. Como el caso de Edenor, que, con las tarifas congeladas, el Grupo Pampa terminó vendiendo a bajo precio al grupo Vila-Manzano. Candidatos nunca faltan: como la armadora de electrodomésticos Newsan, en Tierra del Fuego, que se prepara para lanzar aún más productos cuya importación el gobierno prohíbe. La operación es un poco absurda, porque casi todos los componentes que se arman en Tierra del Fuego se importan de cualquier modo. Y para conseguir esos permisos se necesitan amigos. Luis Galli, el CEO de Newsan lo expone sin disimulos: le contó a la revista Apertura que todos los días tiene numerosas reuniones y que no todas pueden ser virtuales porque "hay funcionarios que quieren que uno vaya a verlos". Es natural. No se pueden descuidar ni un instante los despachos oficiales. Hay empresas cuya misma existencia depende la lapicera arbitraria y cotidiana de burócratas poderosos.
Y también hay amigos que dudan. Como la familia Urquía, propietaria de Aceitera General Deheza. Según informó el diario La Nación, la empresa fue tentada por el oficialismo para que integrara un consorcio con socios internacionales (¿chinos?) para explotar la Hidrovía del Paraná. Hasta ahora, aparentemente, los Urquía han dicho que no. Pero la clave no es esa, sino que el kirchnerismo está a la pesca de alguien a quien entregarle en mano un negocio cerrado. No va a ser la primera vez.
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