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10/06/2021 | 14:14 |
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En su barca, Alberto se fue a naufragar
¿Por qué generó tanto escándalo Alberto Fernández con su declaración de sobremesa dominguera sobre brasileños, mejicanos y argentinos? En parte, sin duda, por el racismo implícito que emana de esa idea. Pero no es sólo eso. Al fin y al cabo, esa misma idea ha sido repetida por millones de argentinos que jamás se autopercibieron como racistas hasta que la nueva corrección política nos cambió los arcos. De hecho, hace 40 años Lito Nebbia lo cantaba y a todo el mundo ese adefesio le parecía una linda canción.
Es algo más lo que molesta en lo que hizo Alberto. Y es el hecho de que todo este affaire expuso al Presidente en su escualidez de hombre gris. Fue como un choque en cadena moral. Una sucesión de mediocridades.
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Primero, todos lo están esperando a Alberto apenas abre la boca. Su palabra está tan devaluada como el peso. Todos sabemos -porque lo hemos escuchado decir todo lo contrario- que cuando pontifica sobre las ideas progres de moda desde la lomita moral del cristinismo, sólo está tratando de agradar al Instituto Patria.
Y entonces viene la segunda mediocridad. Alberto tiene que actuar sus imposturas, pero es un pésimo actor. Es como querer hacer del ingeniero Bombita Fisher, pero sin ser Ricardo Darín. Se le nota todo.
Tercera medianía. Encima de que no es Darín, no le dan un guión. Él cree que está para el Oscar e improvisa. Y lo hace muy mal. Es un error adentro del otro adentro del otro. Le erró al autor de la frase (no era de Octavio Paz sino Lito Nebbia), citó mal la frase (la original hablaba de mejicanos y peruanos descendiendo de culturas precolombinas y no de brasileños bajando de los árboles) y se tomó en serio una frase que en el original era una ironía.
Cuarta. No sabe pedir perdón. A la ofensa no la define el que la profiere sino el que la sufre. No se pide disculpas diciendo "si alguien se sintió ofendido". Uno se disculpa. Y listo. Otro error dentro de otro: porque se disculpó con pueblos originarios, pero no con mejicanos y brasileños.
Finalmente, la mediocridad mayor. Fernández aparece todo el tiempo diciendo cosas en lugares, hablando al tuntún, sin ton ni son. Uno puede tan sólo imaginar el sopor que habrá sentido el presidente español, Pedro Sánchez, mientras escuchaba el soliloquio público de este señor que le hablaba de selvas, mejicanos y barcos. En esa instancia, ¿Fernández no tiene nada importante para decir? Tal vez una parte la política internacional es inevitablemente una puesta en escena. Si es así, entonces hay que hacerlo bien. El presidente podría probar con asesorarse y pensar antes en lo que va a decir. Se va a sorprender si lo hace.
Pobre presidente. Todo le salió mal. Para decirlo también con Lito Nebbia, Alberto construyó una barca y se fue naufragar.
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