Política esquina economía
21/12/2021 | 13:26 |
Adrián Simioni
La Cámara Federal porteña acaba de emitir un fallo en enorme impacto para Mauricio Macri. ¿Por qué? Porque lo libera de la acusación de haber integrado -y liderado- una asociación ilícita destinada a usar recursos de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) para hacer espionaje ilegal sobre políticos, empresarios, periodistas y sindicalistas con el fin de manipular el futuro político del país.
Los jueces dijeron además que no hubo espionaje ilegal en el domicilio de Cristina Fernández, el Instituto Patria o cárceles bonaerenses porque todos se hicieron con órdenes judiciales en distintas causas. Fueron pesquisas pedidas por distintos jueces. No por el Poder Ejecutivo.
De todos modos, los jueces procesaron a la número 2 de la AFI de Macri, Silvia Majdalani, a la que culparon de incumplir su obligación de controlar a un grupo de espías que, movidos por intereses personales, sí hicieron espionaje ilegal.
Macri tiene ahora más chances de zafar en esta causa, aunque también está acusado en otra que maneja un juez K: la del supuesto espionaje a familiares del ARA San Juan.
Así que el expresidente tiene razones para suspirar con alivio.
Pero como país no tenemos mucho que festejar. Los jueces mantuvieron bajo proceso a más de 10 espías porque consideran que hay elementos para pensar que sí hicieron espionaje ilegal. Y lo hacían con un bartolismo que desnuda la certeza de la impunidad. Un detalle exhibe en manos de quiénes está la inteligencia argentina: el grupo de WhatsApp que usaban se llamaba “SuperMarioBros”.
En plena democracia, los servicios de inteligencia siguen privatizados, puestos al servicio de intereses personales, cuanto mucho partidarios. Es lo único que permite explicar que a Cristina Fernández le hayan encontrado en su domicilio particular carpetas de inteligencia y trasnscripciones de escuchas cuando ya había dejado de ser presidenta.
En los “países serios” como se suele decir, integrar los servicios de inteligencia es un honor reservado a los mejores, a los patriotas, a los buenos. Rige la máxima de que los servicios de inteligencia, es inevitable, a veces deben hacer las peores cosas que se pueden hacer. Y que por eso hay que tratar de que las hagan los mejores.
Eso es lo que Argentina sigue sin lograr. A las peores cosas, las siguen haciendo los peores.
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