Grumstrup, el intendente radical de Pilar que ahora es "llaryorista".

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La Córdoba de Llaryora, camino al partido único

21/05/2024 | 15:29

 

Redacción Cadena 3

Adrián Simioni

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La Córdoba de Llaryora, camino al partido único

Podría ser en el Kempes, algún día que no haya partido. Podría hacerse una ceremonia de bautismo colectivo. Una pelopincho en el medio donde Martín Llaryora, ya convertido en sumo sacerdote, bautice a todos los radicales, macristas y vecinalistas que se vienen convirtiendo al peronismo.

Ahora, 10 intendentes y jefes comunales acaban de cambiar de camiseta. Asumieron como radicales o algún otro integrante de Juntos por el Cambio, pero ahora se hicieron llaryoristas. Son los alcaldes de Pilar, Tanti, Sebastián Elcano, Huerta Grande, General Roca, Sacanta, La Rinconada, Puesto de Castro, Santa Elena y Las Rabonas.

Se suman a una lista ya larga de políticos opositores que se borocotizaron a cambio de un cargo y de oficinas burocráticas en las cuales colocar a sus militantes, colaboradores y/o familares. Uno de los primeros fue el macrista Orlando Arduh, que ahora se dedica desde el Ministerio de Gobierno a captar a más conversos como él. La vicegobernadora Myriam Prunotto era radical hasta que Llaryora la cooptó, igual que a Javier Pretto, que era macrista y ahora es viceintendente de Córdoba capital. Otros dos notorios son los ministros Liliana Montero y Juan Pablo Quinteros, que se han puesto más camisetas que Sebastián Abreu hasta que les pintó la de Llaryora. Tienen una sola convicción pero muchos principios.

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Chochos, los funcionarios Llaryoristas dicen que esta es apenas la primera tanda; que ya tienen lista otra horneada de intendentes. Por eso va a hacer falta el Kempes para el bautismo. Con familiares, amigos, militantes y acomodados invitados a la ceremonia, cualquier otro lugar quedaría chico.

Es todo tan normal que, cuando cuentan la operación, prácticamente se autodenuncian: off the record, los llaryoristas dicen que son intendentes que “quieren llevar soluciones a sus localidades”. O sea que sí: cambian de camiseta porque, si no, se quedan afuera de las repartijas de subsidios y obras que hace Llaryora, que tal vez quiera convertirse en el Gildo Insfrán de la otrora orgullosa Córdoba.

La gula de poder tiene su correlato semántico. Llaryora hasta le está cambiando el sentido al concepto de Partido Cordobés, ayudado por periodistas que le siguen la corriente. Partido Cordobés designaba a un partido abstracto, al 75% de los cordobeses que han votado a radicales, juecistas, macristas, por supuesto a peronistas como De la Sota o Schiaretti y en la última elección a Milei, con un sentido siempre parecido: en contra del populismo que subsidia al conurbano y al norte y sur del país, a favor de la democracia, la República y la independencia de la Justicia y en contra de la inflación y de los impuestos discriminadores.

Pero ahora Llaryora le llama Partido Cordobés al partido de él, a este régimen hegemónico que está armando con los conversos y con los recursos del Estado para que en Córdoba deje de existir la alternancia democrática y el poder se concentre en sus exclusivas manos.

Sí, el Kempes no estaría mal. Llaryora se puede autorizar a sí mismo a usarlo para el bautismo colectivo. A este ritmo no va a quedar nadie en Córdoba que se anime a cuestionarlo.

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