La economía rebota; los autos te los debo

¿La economía está mejorando? Casi todos los indicadores muestran que sí. Primero, porque se compara con un año espantoso, como fue el de la cuarentena eterna. Pero además porque los rumores de arreglo con el FMI están alentando la mejora de los títulos argentinos, el gasto electoral del Gobierno alienta el consumo y la producción responde a ese paquete, incluso con impacto positivo en el empleo.

¿Estas mejoras son sostenibles? Acá la respuesta es más compleja. La Cepal, organismo de las Naciones Unidas para América latina, acaba de proyectar que Argentina crecerá un 7,5% este año, lo que está en línea con la estimación del gobierno argentino. Pero para el año que viene proyecta una mejora mucho menor: 2,7%. O sea que en dos años se reuperaría la caída de 10% del 2020.

¿Y después? Eso es más complejo. Dice la Cepal que la epidemia agudizó los problemas de fondo y de siempre de los distintos países.

La Argentina está llena de ejemplos puntuales. Hoy mismo hay un caso fresquito. Las concesionarias de autos están colmadas de gente que va a averiguar para comprar un coche o cambiarlo. Pero las concesionarias no tienen qué vender. Por eso las ventas, que venían bien, en agosto fueron apenas 1,8% mejores a las de agosto del año pasado y 5,6% menores a las de julio.

¿Por qué no hay autos para vender? Pues porque faltan dólares. Y entonces las fábricas de autos no consiguen que el Banco Central les dé dólares para importar autopartes y los autos con los que completan su oferta interna.

¿Por qué escasean los dólares? Bueno, porque los argentinos tienen miles de millones de dólares escondidos que no quieren poner en juego por temor a que se los quiten o a una devaluación. Y porque encima el gobierno castiga a los pocos sectores competitivos capaces de conseguir dólares. Es lo que acaba de hacer al prorrogar la prohibición de exportar carne, para obligar a los productores a vender a bajos precios la carne en el mercado interno por las elecciones.

Es un pequeño ejemplo de la reconversión gigante que se viene postergando desde hace años y que impide adaptar nuestra economía a una era en la que ya no se puede producir casi nada sin comerciar con el mundo.

Si esa transformación no empieza de una buena vez, después de este rebote desde el piso de la pandemia -que es lo que estamos viviendo- la Argentina se va a encontrar otra vez consigo misma. Y sus problemas de siempre.