Alberto Fernández y Cristina Kirchner

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La lomita moral K: poder y guita detrás de una montaña de cinismo

09/08/2024 | 14:23

 

Redacción Cadena 3

Adrián Simioni

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La lomita moral K: poder y guita detrás de una montaña de cinismo

El kirchnerismo fue una mecánica perversa de acción política. Se acaban de prender las luces del teatro y ahora todos la ven. No sólo por el escándalo de Alberto Fernández. Acá, en Córdoba, también queda expuesto con el caso de Fernando Albareda. ¿En qué consistió esa mecánica perversa? En construir una sucesión de coartadas morales para conseguir lo único que les interesaba: poder y guita. Desde sus lomitas morales eludieron cualquier discusión por la vía simple de cancelar a cualquiera que no pensara como ellos. Durante 20 años nos corrieron con la fusta de una moral trucha.

Alberto era el primer presidente feminista, mientras a la siesta aporreaba a su pareja y a la madrugaba se sumergía en una prostitución de abuso de poder.

En Córdoba, el hijo de un terrorista infiltrado en la Policía víctima del terrorismo de Estado invocaba patrullas perdidas de los 70 para empezar a tapar, un semestre antes, el asesinato de su madre y la apropiación de 76 millones de pesos. Es lo que cree con firmeza el fiscal del caso. Todo muy opaco. Bajo el relato K de los 70 se había sacado una ley en Córdoba para anotar en legajos de desaparecidos que eran empleados públicos los verdaderos motivos de sus ceses laborales. Uno de esos casos era el padre de Albareda. La ley nada dice de reparaciones económicas, era una reparación simbólica. Pero en el fondo había guita, incluso para familias, como la de Albareda, a las que la sociedad ya había reparado con indemnizaciones de 225 mil dólares que la ley establece para familias destruidas por el terrorismo de Estado. Y con puestos estatales como los que le dieron a Albareda por años. El cambio “simbólico” en el legajo no era tal: con eso, el ministro de Seguridad, Juan Pablo Quinteros, ascendió posmortem a Albareda padre, que no murió en un acto de servicio sino que era un infiltrado que reportaba al ERP, una organización terrorista que secuestraba y asesinaba. Y con eso ordenó aumentarle la pensión a la viuda y pagar un retroactivo de 76 millones de pesos a nombre de la viuda luego asesinada y uno de sus hijos, el acusado de asesinarla para quedarse con la plata.

Todavía estamos esperando las explicaciones del ministro Quinteros. La impresión es que pagó con el presupuesto, el peaje moral de la industria de los derechos humanos. A los funcionarios les sirve para congraciarse y comprar blindaje. Total no es plata de ellos. Como hicieron Néstor y Cristina cuando escrituraron a las Madres de Plaza de Mayo. Una lomita moral más: el derechohumanismo.

Los ejemplos son innumerables. El ambientalismo usado para agrandar el cuco antiempresario. El feminismo usado para encubrir a los machos propios y cancelar a los ajenos. La glorificación de la educación sin mérito para que el sindicalismo docente no tenga que cumplir metas. El buenismo de ejércitos de trabajadores sociales, médicos e intendentes que revolearon pensiones por invalidez para comprar votos. El solidarismo de los piqueteros que se autopostulan a santurrones extorsionando moralmente al fabricante de fideos para que les ceda sus paquetes y repartirlos ellos, en lugar de ponerse ellos a producir fideos para entonces, sí, regalarlos. El autopercibido defensor de la universidad pública que siempre clama más financiamiento pero que jamás se animó a pedir el despido de uno solo de los ñoquis que se afanan el presupuesto cada vez que no van a dar el teórico con cualquier excusa. El garantismo de estos ricachones que son muy empáticos con los delincuentes, pero muy sociópatas con las víctimas pobres de la violencia.

Son todas psicopateadas, extorsiones morales a las que nos sometieron durante años; ellos siempre los buenos, nosotros siempre los malos. Claro, la gente honesta debe esforzarse cada día para hacer coincidir lo que piensa, lo que dice y lo que hace. Pero resulta que todos estos psicópatas hace mucho que habían desenganchado las tres cosas. Desde sus lomitas morales nos aturdieron con frases bonitas y utopías delirantes. Total, no les costaba nada. Pensaban y hacían cosas distintas a las que decían. Esa fue la mecánica cínica de la política. Y detrás, sólo había poder y guita.

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