Política esquina Economía
25/07/2023 | 13:38
Redacción Cadena 3
Adrián Simioni
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No votes: pero después no te quejes cuando te metan la mano en el bolsillo
Un periodista de Clarín hizo un ejercicio muy simple: sumó a todos los argentinos que no fueron a votar en las últimas 16 elecciones provinciales. Y encontró un dato apabullante: casi 5,3 millones no concurrieron a las urnas. Son el 32% de todos los que estaban habilitados. Si fueran un partido y eso se repitiera en las elecciones nacionales, ganarían las Paso.
Semejante ausentismo genera lamentos por la pérdida de responsabilidad ciudadana o de brío democrático que eso implica. Pero esas consecuencias son un poco abstractas. A mediano plazo, las consecuencias son más concretas. Es más: pueden llegar a ser específicamente económicas. Muchos ciudadanos van a pagar su decisión de no ir a votar con su billetera.
¿Por qué digo esto? Bueno, en general, adjudicamos el ausentismo a la indiferencia o al hartazgo. Lo cual es evidentemente cierto. Pero hay también están empezando a operar otras fuerzas, menos espontáneas a “inocentes”. Y que terminan haciendo que el ausentismo no sea neutro. Porque no todos se ausentan por igual.
Por ejemplo, en las elecciones cordobesas impactó fuerte una cosa nueva, distinta, deliberada: el “ahuyentismo”. Las dos juntas electorales, incentivadas por el oficialismo, hicieron algo inédito: convocaron a no votar. Ahuyentaron votantes a propósito. Una cosa alucinante.
Al mismo tiempo, el partido del poder se esmeró a full en algo más tradicional: el clientelismo. En la última elección fue notorio: el llaryorismo, por ejemplo, juntó a buena parte de su aparato de militantes rentados, ñoquis y contratados a cumplir con una especie de cuota, un mínimo de mensajitos y llamados que debían hacer a todos sus conocidos, cada uno con su respectiva foto al lado de Daniel Passerini, el candidato a intendente, todas sacadas con el mismo molde en el club Instituto. La periodista Virginia Guevara da a entender que se hicieron más de 100 mil llamados. Es sólo un ejemplo.
Esta combinación clientelismo extremo con los propios y ahuyentismo con los ajenos tiene un efecto letal en términos fiscales. En comparación, terminan yendo a votar mucho más los que viven de los impuestos (empleados estatales, planeros, subsidiados) que los que son pagadores netos de impuestos (empleados privados, empresarios, autónomos). Se maximiza la representación política de los que viven del Estado y se minimiza la representación de los que sostienen al Estado.
Y así no sólo estamos garantizando que los gobernantes, los poderes ejecutivos, sean cada vez más representantes de un mismo partido, el “Partido del Estado”, aunque a veces cambie de nombre. También los poderes legislativos se llenan de mayorías que representan al propio Estado. Las cámaras de diputados y senadores, las legislaturas provinciales, los concejos deliberantes terminan llenándose de legisladores que representan mucho más al Estado que a la sociedad, mucho más a la burocracia estatal que al mercado, mucho más al sector público que al sector privado.
Si no vivís del Estado, no ir a votar significa dejarles todos a los que sí viven del Estado. Y entonces preparate: porque esos gobiernos y esos poderes legislativos no van a hacer nunca nada para dejar de malgastar las fortunas que dilapidan en pagarse sus propios sueldos, subsidios y prebendas y por matarte a impuestazos, endeudamientos y, cuando ya no les alcance, con emisión inflacionaria.
Es una reversión histórica. Los parlamentos surgieron en Europa justamente para limitar la capacidad de los reyes, los soberanos, de imponer impuestos. Los parlamentos fueron en su origen, ante todo, una representación de los pagadores de impuestos. Acá los hemos transformado: los parlamentos son cada vez más una representación de quienes viven de los impuestos.
Así que, acordate: no todos dejan de ir a votar. Los que viven de los impuestos siguen yendo a votar mucho más que vos, que pagás impuestos y has dejado de ir a votar pero soñás despierto, como un tonto, con que haya menos impuestos o menos inflación. No es casual que al ajuste lo hagas siempre vos y que la burocracia estatal no lo haga nunca.
Si querés que los que viven del Estado no te cobren tanto a cambio de tan poco, andá a votar: llená los poderes legislativos de tipos en los que confíes y que te juren que van a bajar el gasto para que de una vez te dejen de matar con impuestos e inflación.
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