Política esquina economía
24/04/2024 | 15:52
Redacción Cadena 3
Adrián Simioni
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Peligro: los opositores olieron sangre
El gobierno de Milei acaba de cometer un error serio en relación al reclamo universitario. No entendió que una abrumadora mayoría de la sociedad está a favor de la educación pública y, por no dar la discusión sobre cuál es la mejor forma de defenderla –si sólo metiéndole más dinero al barril sin fondo que ya no se puede llenar sin emisión inflacionaria o si también hay que reformarlo para hacerlo más austero y eficiente- se dejó robar esa bandera.
La oposición adivinó las manifestaciones absolutamente masivas de ayer y lo aprovechó. Las marchas no fueron partidarias en el sentido clásico: no había cartelitos del kirchnerismo, del radicalismo populista de Martín Lousteau y compañía, del ala larreísta políticamente correcta del PRO o los peronistas que miran las encuestas para definir de qué lado se paran. Pero el conductor estratégico de todo fue el Partido del Estado, ese partido invisible por las corporaciones que viven del Estado y, por supuesto, no quieren pagar su parte del ajuste que hay que hacer para terminar con la inflación.
Todos ellos olieron la sangre que empezó a manar de la herida del gobierno. Y tal vez eso defina un nuevo panorama. Ya hay señales, aunque apenas perceptibles. La más importante es la ley Bases, la versión ya ultradisminuida de la ley Ómnibus que todo este aparato político ya logró abortar en el Congreso.
El gobierno tenía todo preparado para que anoche o a más tardar hoy se firmaran en las comisiones del Congreso los dictámenes del proyecto de ley, para tratarlas el lunes y el martes. Pero ayer todos empezaron a remolonear. Y la letra fina de la ley sigue sin estar. Cuestionan detalles del Impuesto a los Ingresos (el nuevo y correcto nombre del Impuesto a las Ganancias) por acá. Detalles de la privatización parcial del Banco Nación por allá. Se niegan de plano a incluir una ya minúscula reforma laboral por aquí. Exigen que la plata de los fondos fiduciarios vaya a las provincias por ahí. O se niegan a darle a Milei las facultades extraordinarias que durante décadas les regalaron a los presidentes peronistas. Las excusas que habían puesto para no votar la ley ómnibus ya fueron más que eliminadas de la ley Bases. Pero ahora se les ocurren otras cosas. Detalles, detalles, detalles. Parece todo una puesta en escena para frenar todo una vez más.
Envalentonados, se corre el riesgo de que vuelvan a jugar con fuego. Las cosas no están bien. La licuadora y la motosierra no van a alcanzar para darnos una estabilidad de largo plazo. Hacen falta reformas urgentes en áreas muy sensibles. Un pequeño ejemplo: una de las principales generadoras de electricidad, Pampa, advirtió ayer que Cammesa (la compañía que les cobra a los distribuidores de energía para pagarles a quienes la generan) ya le debe 133 millones de dólares por energía producida y no pagada. Pero, claro, Cammesa no tiene con qué pagarle porque, por ejemplo, sólo una de las distribuidoras del Gran Buenos Aires, Edenor, le debe 760 millones de dólares a Cammesa. Pero, claro, Edenor dice que no puede pagar porque en las últimas dos décadas de congelamiento de tarifas no pudo facturarles a sus clientes una cifra acumulada de 1.200 millones de dólares.
Como el Estado K imprimía pesos a rolete, no tenía problemas en mandarle pesos a Cammesa para que cubriera semejante bache. Pero, como se dejó de emitir, Cammesa ya no recibe ese subsidio encubierto a los habitantes del Gran Buenos Aires. ¿Quién va a cubrir semejante bache multimillonario, que es muchísimo más si se suman a todos los generadores y todos los distribuidores? ¿Qué pensamos? ¿Que los generadores van a hacer llover plata para pagar sus repuestos, sus sueldos, el combustible que usan para generar? Es todo pensamiento mágico. Hay que hacer cosas. Consolidar deudas, subir tarifas, cambiar leyes. Algo. Urgente, antes de que se apague la luz.
Eso es apenas un ejemplo en el campo vital de la energía.
En ese contexto, el Partido del Estado, ese partido que no existe en los papeles pero que nos ha gobernado casi siempre, ayer olió sangre. Y es un peligro.
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