Trampas

La vocera del presidente, Gabriela Cerruti, acaba de admitir que Cristina Fernández hizo una trampa al dividir artificialmente sus senadores en dos bloques para robarle una banca a la oposición en el Consejo de la Magistratura. "Los opositores que se quejan ya hicieron esas trampas antes", dijo. O sea: entonces la vicepresidenta hizo trampa. Fue mano en el área chica. Lo admiten ellos mismos.

Efectivamente es así. Pero hay otras trampas detrás de esta jugada en la que están cayendo los opositores más ingenuos. A veces parece que Cristina les pusiera miguitas en el camino para llevarlos a los opositores como si fueran Hansel y Gretel.

Por empezar, los opositores están perdiendo el tiempo protestando contra una picardía maradoniana que no es ilegal. Y se enfocan en eso lugar de festejar el gol que le hizo la Corte Suprema a Cristina: al fin y al cabo, la Corte reformó el Consejo de la Magistratura y redujo el poder de Cristina para designar y echar a los jueces que ella necesita controlar.

En segundo lugar, la ingenuidad opositora le permitió al gobierno poder hablar aunque sea por un rato de otra cosa que no sea lo más grave que está pasando en el país, que es la espiralización de la inflación y la total falta de un plan, al menos conocido, para frenarla.

Y en tercer lugar, la trampa cazabobos de Cristina también barrió bajo la alfombra el quiebre de la alianza de gobierno. Es más: desde el lunes crece una sensación: que los Fernández y Massa hubieran dejado de bailar sobre el Titanic el vals de la interna.

Esta la verdadera trampa. Este fin de semana la oposición se está yendo al vestuario con las cabezas gachas en lugar de haber gritado el único gol de la semana.